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Actualizado: 20 de julio de 2025
Oí á la duquesa murmurar algunas frases acerca de lo que se cuenta en las apariciones en el alcázar de la desgraciada Isabel de Valois, y de repente sonó un portazo; cayóse el candelero de las manos de la duquesa, quedó el dormitorio á obscuras, y oí una voz de hombre que amenazaba á la duquesa con revelar no sé qué secretos suyos si no callaba acerca de lo que sucedía.
Pero he visto muchos libros, que no muestran el fondo de virtud de sus héroes, ni manifiestan el modo con que exercitaban la humildad, la paciencia, la caridad, la mortificacion, la honestidad, y demas virtudes, antes se trata esto de paso; y muy de propósito se ponderan las revelaciones inmensas, las apariciones sinnúmero, que tuvo la persona Venerable; y casi se intenta probar la gran santidad de un Varon por el copioso número de revelaciones, y no por la prueba real y verdadera de sus eminentes virtudes.
Tanto se había perfeccionado esta parte de las representaciones escénicas, que, según dice Rojas, hacia el año 1580 se vieron comedias con apariciones milagrosas, sorprendentes juegos de maquinaria, estrépito guerrero y hasta caballos en las tablas.
Fue, sí, el día de San Lorenzo cuando recibieron una carta que a entrambos les dejó perplejos y así como atontados. ¿A quién no le sale al paso alguna vez lo maravilloso, ese elemento de vida que los antiguos representaban por apariciones de ángeles, dioses y genios?
Confieso que no he visto nada parecido desde los días de mis vanidades, allá en mis tiempos juveniles, cuando consideraba inestimable favor ser admitido en los bailes de disfraces de la Corte. Había entonces un enjambre de estas pequeñas apariciones en los días de fiesta. ¿Pero cómo ha entrado este huésped en mi antecámara? Sí, en efecto, exclamó el buen anciano Sr.
Sin embargo, al cabo de una semana el incidente habíase borrado de mi memoria y no me había vuelto a acordar más de él, hasta que este inesperado y extraño encuentro lo había renovado. ¿Sería posible que este monje, de cara bronceada por el sol, fuera el mismo hombre que tenía alquilado ese pequeño departamento en Florencia, y cuyas apariciones eran tan misteriosas y subrepticias?
Aquello no fue mas que una visión, una de esas apariciones confusas que se nos presentan ante los ojos en el último momento; pero, al levantarse la pobre niña, no tuvo ya la menor duda: a veinte pasos de allí, detrás de un grupo de árboles, se oía el choque de las armas y la voz de Marcos que gritaba: «¡Arriba, amigos míos!... ¡Que no haya cuartel!»
La piedad de otros siglos, crédula y grosera, aparecía tan absurda al mostrarse en pleno siglo de descreimiento, que el mismo don Antolín, tan intransigente hablando de las glorias de su catedral, bajaba la voz y apresuraba la relación al señalar el pedazo de manto de santa Leocadia cuando se «apareció» al arzobispo de Toledo, comprendiendo lo difícil que era explicar de qué tela se vestían las apariciones.
Así, este drama, á pesar de sus redundancias y del abuso que se hace en él de las apariciones, nos revela de la manera más brillante el estrecho enlace de la realidad ordinaria con los milagros más sublimes de la religión, medio eficacísimo, usado por los poetas españoles, para producir notable efecto poético, permitido por su fe y tolerado en el teatro. Antonio de Mendoza.
Con arreglo á su fin de solemnizar fiestas de corte, los dramas de que tratamos ahora descuellan casi todos por su lujo teatral, abundando en apariciones de dioses, terremotos y lluvias de fuego, que el poeta emplea para su objeto, á fin de que los maquinistas y pintores escenógrafos del Buen Retiro hagan alarde de su arte.
Palabra del Dia
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