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Actualizado: 30 de abril de 2025


Tan profundas raíces habían echado en su ánimo la fe y la piedad, que el P. Lucas, y por su medio el Espíritu Santo, habían plantado en su corazón. Un amigo, compadecido de sus trabajos, le exhortó, que á lo menos en lo exterior, mostrase algún respeto á los demonios y les diese gusto, hablando al cacique para que les fabricase su iglesia.

Al pensar esto, el propósito de condenarse a oscuridad perpetua triunfaba en su ánimo de una manera completa. Pero esta oscuridad sin familia y sin afectos era el cenobitismo más triste que puede imaginarse. Y aquí, en esta lóbrega caverna sin salida, terminaban las excursiones mentales del misántropo. Pero la salida no era absolutamente imposible.

Consultó el caso Roger con los más principales Capitanes, y á todos les pareció cosa peligrosa el dividir sus fuerzas, y sospecharon luego que esto no fuese principio de alguna muy grande traicion; y así Roger respondió á su suegra, que él no se hallaba con ánimo bastante de persuadir á los Catalanes que se dividiesen, pasando mil de ellos á Grecia, y que los demás quedasen en Asia.

Entre tanto, doña Manolita, que era muy observadora y burlona, había notado que en el ánimo de D. Acisclo se iba dando una radical transformación. Doña Manolita había comunicado sus impresiones a doña Luz y a Pepe Güeto.

Insinuándosele éste con un discreto tirón de la levita, le llevó hasta el pasillo más obscuro, y allí le dijo muy callandito: ¡Animo, amigo mío! La cosa marcha bien. ¡Firme con ellos, y cuidado con dejarse seducir por esa patulea de hambrientos! Su título de usted está firmado ya, y el empréstito cubierto, a juzgar por las últimas noticas transmitidas al Gobierno.

Sólo Tiburcio se mostraba impasible y alegre, procurando con sus chistes ahuyentar del ánimo de Morsamor los malos espíritus que le atormentaban, a pesar de su esperanza de salir triunfante de aquel empeño. Muy raras cavilaciones solían asaltar la mente de Morsamor, y no eran las menos raras las que tenía al pensar en Tiburcio. Nunca se atrevía a comunicárselo.

Es verdad que degrada a los hombres, los empobrece, les quita toda elasticidad de ánimo; que un día, en fin, arranca a los Estados lo que habrían podido dar en diez años; pero, ¿qué importa todo esto al Zar de las Rusias, al jefe de bandidos o al caudillo argentino?

Al fin Sarmiento sale pertrechado De Lima, de lo que era necesario, De su saber y estrellas confiado, Sin temor ò recelo de corsario. El Magallan Estrecho ya embocado, Con un ánimo cierto, temerario, Al mar del norte sale temeroso, Teniendose en aquesto por dichoso.

Los mozos aturden las calles del arrabal con sus voceríos salvajes, y son todos dados al adufe, a la gaita, a las sonajas, a los entretenimientos lúbricos de la danza y a los paseos de fuentes y pensiles que corrompen y reblandecen el ánimo.

Observé que le gustaba el razonamiento a Tanasia, aun en la hipótesis de dar por difunto a Pepazos, y esto me animó a distinguir y encarecer las valentías de Chisco entre las de todos los valientes que le acompañaban, lo cual fue menos del agrado del Topero que del de su hija, señal bien evidente de que el Tarumbo no estaba mal informado acerca de este delicado particular.

Palabra del Dia

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