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Cada vez que el señor Colignon, tan carnal y concreto, se asoma a aquel jardín, se figura pisar las lindes primeras de los Campos Elíseos, habitados por las imágenes desencarnadas de los que fueron y ya no son, de aquellos que dejaron en la tierra el cuerpo sólido, sede de los placeres amables, y no conservan sino la apariencia de vida, y con ella las pasiones añejas, porque las pasiones son el alma, y el alma es indestructible.

Y si no fuese porque imagino..., ¿qué digo imagino?, muy cierto, que todas estas incomodidades son muy anejas al ejercicio de las armas, aquí me dejaría morir de puro enojo.

El recordaba añejas historias que había leído o escuchado referentes a Toledo, lúbricas historias que desprendían, como ropas de amantes, un olor de fiebre y de lascivia. Por eso aquella ciudad le hablaba ahora con el lenguaje de su propio dolor, cual si fuera el trasunto corpóreo de su alma. Toledo era la ciudad arrepentida y penitente, la ciudad expiatoria.

Por el memorial de un pleito sobre el terreno de la alcaicería entre el cabildo y el duque de Medinaceli, fallado por la Real Chancillería de Granada, nos consta que al diezmo del almojarifazgo concedido á la catedral, y confirmado por varios reyes en lo sucesivo, estaban anejas y juntas estas otras rentas: el pontazgo, los tres pesos, la renta de las libras de la carne, la media fanega de la alhóndiga, y la antigua alcabala de las bestias.

Mas sin embargo de ser D. Fernando tan previsor, y de inspeccionar tanto las cosas que le eran anejas, parece que estas voces las tomó por vagas, y no se cuidó de ellas; asi es, que dichos personajes atribuian la indolencia de D. Fernando en este punto, al miedo ó al escesivo amor que profesaba á Doña Isabel, la cual unia á los vínculos de esposa, el ser nieta de su hermano.

En circunstancias las menos favorables, la vecindad de los volcanes y las cálidas corrientes que les son anejas continúan la vida animal en los sitios más desolados. Bajo la horrible devastación del polo antártico, no lejos del volcán Erebus, James Ross encontró corales vivos á mil brazas bajo el mar helado.

Es lógico pensar que las obligaciones anejas a los cargos que Velázquez desempeñaba en la servidumbre de Palacio no le dejarían mucho tiempo para aceptar encargos de particulares, suponiendo que el Rey se lo tolerase: pero era natural que por conveniencia o amistad hiciera otros retratos: de éstos se conservan varios, siendo los principales los siguientes.

Andrés concluyó por desear un rompimiento; pero se dejaba arrastrar de la costumbre, sin fuerzas para tomar una resolución violenta, como sucede casi siempre en las relaciones añejas. Presentose al cabo lo que era inevitable. Su salud, siempre arrastrada y temblona, se resintió de modo alarmante.

Quedaban migajas, no muy añejas aún, del pan de la boda, cuando don Pedro celebró con Julián una conferencia, conviniendo ambos en lo urgente de que el capellán se adelantase a salir a los Pazos para adoptar varias precauciones indispensables y civilizar algo la huronera, mientras no iban a vivirla sus dueños.