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Actualizado: 13 de julio de 2025


La culpa era del cochero. Improperios contra el cochero, que era un borracho, y amenazas de despedirle si volvía a caer en descuido semejante. Luego comentarios infinitos sobre el encuentro del barón. ¿Qué hacía aquel bruto a tales horas por la carretera de Sarrió? ¿Quién era el cura que le acompañaba?

Decíase que esto se debía al pasteleo repugnante de Rojas Salcedo. Advirtiendo éste en las últimas elecciones municipales bastante progreso en las fuerzas de los del Camarote, se había inclinado de su lado. No hay para qué decir la tempestad de odios y amenazas que contra él se levantó por tal motivo entre los partidarios de don Rosendo. Se había entablado una lucha feroz.

Ignem veni mittere in terram & quid voto nisi ut accendatur Luc. 12. v. 49. Si, que de todo tiene nuestro Salvador, dice Clemente Alejandrino, para salvarnos: amenazas, avisos, terrores y halagos; lástimas y castigos.

»Nada puede dar idea de la cólera y de la furia de aquel loco a la vista del hombre que le robaba el corazón en el cual se había prometido reinar; llenó la casa con sus amenazas y sus gritos, y no temió provocar a mi padre, cuya paciencia se agotó ante aquella nueva prueba de audacia.

Por la pinta y el traje me pareces uno de esos ratones de sacristía que engordan en los conventos y no son ni hombre ni mujer. ¡Largo de aquí, antes que te corte las orejas, belitre! ¿Decís que son estas vuestras tierras? preguntó vivamente Roger, desoyendo amenazas é improperios.

«Suéltalo» le dijo prontamente Pecado con voz y gesto de prudencia. El Majito soltó la piedra refunfuñando feroces amenazas de asesinato. Volviéndose a los desvergonzados comerciantes, Pecado les dijo con imperioso ademán, en que había tanta energía como orgullo: «Dirvos. No nos da la gana. Dirvos, digo.... y venga mi sombrero. Miale, miale... ¿Te quieres callar? El sombrero es mío».

Alzó la vara en alto el comisario para dar a Pasamonte en respuesta de sus amenazas, mas don Quijote se puso en medio y le rogó que no le maltratase, pues no era mucho que quien llevaba tan atadas las manos tuviese algún tanto suelta la lengua.

Hijo, no las amenazas, No los gustos y regalos, No los azotes ni palos, No los conciertos ni trazas, No todo quanto tesoro Cubre el cielo, y sol ha visto Te mueva dexar á Cristo Por seguir al pueblo moro. En se verá si puedo, Pues mi buen Jesús me ayuda, Como en mi alma no muda La fe, la promesa y miedo.

Al pasar de zapatero con tienda puesta a zapatero de portal, era para él como si después de un largo viaje por mar, y tras inquietudes, amenazas y agonías, llegase a puerto, y, ya desembarcado del grande y temeroso navío, hubiera ido a cobijarse definitivamente en una de esas lanchitas que, asentadas quilla arriba sobre la playa, sirven de vivienda a los marineros retirados.

Vinósele también a la memoria su padre, Carmela, Rosarito, todo el dulce pasado. Sintiose entonces triste, muy triste; la asaltaron miedos y terrores indefinibles, pero fortísimos; pareciole su situación extraña y peligrosa, preñado de amenazas el presente, obscuro el porvenir. Dejose caer en una butaca y clavó en las luces la mirada fija y vacía de los que se absorben en penosa meditación.

Palabra del Dia

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