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Actualizado: 30 de junio de 2025


Por encima del Cap-Martin descendían los Alpes italianos, y en sus últimas estribaciones, á ras del agua, blanqueaban las poblaciones fronterizas: Vintimiglia y Bordighera. Por un capricho atmosférico, flotaba en mitad del cielo sereno una nube compacta, alargada, semejante á una isla cubierta de nieve. Su blancura parecía irradiar una luz interior.

Efectivamente, al entrar en muchas calles de Turin, rectas y llanas en su mayor parte, preséntanse de repente los Alpes, cerrando el horizonte, cerrando la calle, materialmente al pié.

Aquellos senderos podían resultar por la noche peligrosos para el reducido cortejo que debía trasladar el cuerpo, desde la casa de Milly, al cementerio de Saint-Point. Tan luego el alba apareció por las lejanas cumbres de los Alpes, volvimos a emprender nuestra marcha, escoltados hasta la altura de la primera colina que domina el jardín y las viñas, por todos los habitantes de la aldea.

Detrás del Palacio, como un telón de fondo, se elevaba la montaña francesa de la Tête du chien, brillando en su redonda cumbre las vidrieras del cuartel de los cazadores alpinos. La meseta de Mónaco era simplemente el último peldaño de la gran escalera que los Alpes dejan caer hacia el mar.

Los campos pedregosos de olivos y nopales estaban ahora cubiertos de «Palaces», grandes como cuarteles, y sostenían una segunda ciudad alta, que, extendiéndose por la ladera de los Alpes, unía Mónaco con Monte-Carlo. Este terreno, vendido á precios enormes, era medio siglo antes un lugar tan olvidado, que cualquiera de sus poseedores podía disponer sin obstáculo que le enterrasen en su propiedad.

El lago de Ginebra es delicioso : surcado por lindos y cómodos vapores, que hacen la travesía de Lausanne, ofrece un espectáculo admirable. Comodidad y economía encuentra el viajero para ir á Ginebra desde Lausanne por el lago: el golpe de vista es admirable; se ve la altísima cabeza del Monte Blanco, los Glaciers, Chamouny, los Alpes.

El camino es soberbio, imponente, magnífico: los Alpes, esos portentosos montes que he tenido el sin igual placer de cruzar por diferentes sitios; esas altísimas montañas que el grande hijo de Cartago atravesó el primero, por uno de los milagros que abortó su genio, se ofrecieron de nuevo á mi admiracion al atravesar la Saboya.

La ostra pegada en su roca, la limaza que se arrastra sobre su abdomen, son para el rotífero lo que yo sería al lado de los Alpes, de las cordilleras; seres tan desproporcionados que no pueden medirse con la vista, y apenas por el cálculo y la imaginación.

Se diría que los Alpes, orgullosos de los magníficos horrores que guardan en su seno, han querido perseguir al Rin, el fruto de sus admirables neveras, atravesando en su curso un cordon de peñascos que les hagan recordar á los pueblos de las llanuras alemanas que el imperio de los gigantes graníticos de la Suiza alcanza hasta muy léjos de sus altísimas cascadas, sus picos formidables, sus torrentes coléricos y sus lagos románticos!

La vegetación silvestre, rumiada de continuo por las cabras y los carneros, crece allí fina y dorada como el raro plumón que el viento siembra y también él derriba en las yermas y escabrosas rocas de los Alpes.

Palabra del Dia

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