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El golfo de Algecíras, que es una de las formaciones oro-hidrográficas mas curiosas de la Europa meridional, tiene la forma de una herradura profunda ó alargada hácia el centro.

De aquel panorama lleno de luz, de vida y de capricho no quedaba sino un cielo sereno pero opaco, la vasta sombra movediza del mar, sus sollozos profundos sobre el horizonte de tinieblas, destacándose á distancias casi iguales, los grupos de luces que indicaban la posición de Gibraltar, San Roque y Algecíras, haciendo contraste con las negras moles de las fragatas de guerra y de comercio que parecían surgir, en derredor, de entre las olas adormecidas en un concierto de suspiros.

La escena era enteramente distinta de la que nos había ofrecido el golfo de Algecíras. En la bahía de Cádiz el horizonte no tenia límites, y habia en todo lo que los ojos podían contemplar un maravilloso conjunto de majestad en lo inmenso, de gracia y vitalidad en los pormenores y de grandes recuerdos en el variado aspecto del panorama.

Pero la traviesa criada se apresuró a tranquilizarla, diciéndole que aquel no era cadáver, como de su aspecto lastimoso podía colegirse, sino enfermo gravísimo, el propio D. Frasquito Ponte Delgado, natural de Algeciras, a quien había encontrado en la calle; y sin meterse en más explicaciones del inaudito suceso, acudió a confortar el atribulado espíritu de Doña Paca con la fausta noticia de que llevaba en su bolso nueve duros y pico, suma bastante para atender al compromiso más urgente, y poder respirar durante algunos días.

Fué, si bien lo recuerdo, rico-hombre y señor de Palma el famoso almirante D. Gil Bocanegra, hermano del duque de Génova, que sirvió á D. Alonso XI en Gibraltar y Algeciras sosteniendo con muy pocos bajeles contra un emjambre de galeras moriscas uno de los combates navales mas tremendos que ensangrentaron las ondas del Mediterráneo.

Residia en Algeciras un astrólogo afamado, cuyo nombre era Adh-dhobí. No bien subió Hixem al trono, le mandó llamar para que le predijese su destino, lo que el astrólogo rehusó hacer al pronto temiendo desagradar al nuevo rey.

Azores de Noruega, de Cerdeña, de Esclavonia; y aquellos que hizo traer de Algeciras don Alonso Blázquez Serrano, más chicos que los otros, pero que bajaban dos ánades a un tiempo y apresaban la liebre sin la ayuda del galgo. Allí dos halconeros, por distraer a la muchedumbre, le ponían y le quitaban el capirote a un rabioso gerifalte.