United States or Finland ? Vote for the TOP Country of the Week !


Había amado una sombra, o más bien dicho, dos ojos y treinta centímetros de brazo, pues el resto era una larga mancha blanca. Y de aquella penumbra, como de un capullo taciturno, se había levantado aquella espléndida figura fresca, indiferente y alegre, que no me conocía.

Las galeras aceleradas iban trayendo a Madrid cada día con más presteza las novedades parisienses, y se apuntaba la invasión lenta y tiránica de los medios colores, que pretenden ser signo de cultura. La sociedad española empezaba a presumir de seria; es decir, a vestirse lúgubremente, y el alegre imperio de los colorines se derrumbaba de un modo indudable.

El Maestrico se había enamorado de la Charanga con la pasión reconcentrada y silenciosa de un hombre de cuarenta años. Los padres le querían, alabando sus costumbres sobrias, su actividad para ganarse la vida; y la muchacha, en su diferencia de bestia alegre, decía que á todo, continuando sus relaciones con el matoncillo. Iban á casarse en aquella misma semana.

Difieren asimismo sobre la causa de la larga y no interrumpida ausencia del hijo, atribuyéndola unos a la viudez más alegre que recoleta del padre, para la cual hubiera sido estorbo o escándalo la presencia del hijo, y atribuyéndola otros al despego y a la soberbia de éste, que vivía en Madrid como caballerito muy elegante e ilustre, que hablaba de su casa solariega, y que repugnaba volver al lugar a ver la plebeya ordinariez de su padre y la primitiva y fundamental zapatería tenazmente conservada.

Pero le hace dar dos o tres vueltas entre los dedos, y finalmente, con una alegre explosión de risa: ¡Qué diablo! no es la misma. Se acerca a la puerta y compara, meneando la cabeza, el agujero de la cerradura con el tamaño de la llave; después, con movimiento rápido, mete la llave en el ojo. ¡Pues entra!...

Cuentan un suceso, refieren un lance, trágico o cómico, triste o alegre, pero sin fijarse en la pintura de las costumbres y en la viva representación de las pasiones y caracteres humanos.

La pobre muchacha, tan alegre y tan viva naturalmente, era una víctima. El viejo capitán no quería que su hija se casara ni que tuviera amistades con nadie. Por este motivo se había encerrado en aquel castillo, amenazando con la expulsión a los criados si dejaban entrar personas extrañas a la casa.

Por un doblón de dos caras se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras las pobres gitanas, y más precian pelarnos y desollarnos a nosotras que a un salteador de caminos; jamás, por más rotas y desastradas que nos vean, nos tienen por pobres; que dicen que somos como los jubones de los gabachos de Belmonte: rotos y grasientos, y llenos de doblones.

Era un mozo de buena y gentil apariencia, de noble compostura, aliñado en su traje cuanto lo permitía su pobreza, vivo de genio, alegre de condición, profundo de pensamiento, inquieto en sus deseos, descontento de su suerte, y comunicador, porque así lo pedía su naturaleza avara de sensaciones.

Aquella admiración me iba pareciendo un poco impertinente y creo que a mi mujer también: «¡Vaya con la hermana San Sulpicio! ¡Siempre tan alegre! ¡Cuánto nos hemos reído con ella! ¡Ay, qué hermana! ¿Quién había de conocerla?