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Actualizado: 11 de julio de 2025
Me importa á mí, que veo lo que suda el mi hijo pa ganar un peazo de pan que tú vendes por una botella de aguardiente, en lugar de partirle con tus hijos.
Pero, en general, se debe confesar que Martinán no se sumía en estas obscuridades de la lógica sino cuando algún paisano tenía la mala ocurrencia de hacerle beber quieras que no unas copas de aguardiente. Formaban la base de su sistema ciertos axiomas que consideraba fuera de discusión.
Que no beban, que no jueguen, que no malgasten el jornal, y esos efectos del mercurio no serán para ellos funestos.... Pero, claro está añadió volviéndose hacia los caballeros que se habían acercado : ¿cómo ha de resistir en la mina un cuerpo que en vez de alimento, sea el que sea, tiene dentro un jarro de aguardiente amílico?
Se repuso un poco después de un largo trago de aguardiente, y continuó: Entro, y figúrate tú qué espectáculo: el cuerpo de mi pobre viejo Kernok cubierto de una ancha llama azulada que le corría de la cabeza a los pies, lo mismo que cuando arde un ponche. Yo me aproximé y le eché agua; ¡bah! aún ardía más fuerte, porque estaba casi cocido. Grano de Sal palideció.
Dadle una copa de aguardiente dijo el doctor. No; prefiero fumarme una pipa. ¿Dónde está tu pipa? En el chaleco. Bien; aquí la tienes. ¿Y el tabaco? En el bolsillo del pantalón. Pues cargue usted la pipa, Despois. Este hombre tiene valor; ¡muy bien! Da gusto ver hombres de corazón. Vamos a cortarle el brazo en dos tiempos y tres movimientos.
Los espectadores, contagiados por los del juego, se pasaban de mano en mano los jarros pagados á escote, y era aquello una verdadera inundación de aguardiente, que, desbordándose fuera de la taberna, bajaba como oleada de fuego á todos los estómagos. Hasta Batiste tuvo que beber, apremiado por los del corro.
Y cual trompeta gloriosa que anunciaba por anticipado el triunfo de Pimentó, empezaron á sonar los ronquidos de Terreròla el pequeño, caído de bruces sobre la mesa y próximo á desplomarse del taburete, como si todo el aguardiente que llevaba en el estómago buscase el suelo por ley de gravedad.
La mujer que los había contado recogió la mantilla y la desocupó en la gorra del pescador, murmurando hacia la que riñó con ella: Da gracias á la pena de esta infeliz, que si no.... ¿Qué se trae? preguntó el pescador á la reunión. Queso.... Vino.... Aguardiente.... Pan.... ¿Á quién hago caso yo?
¡Cómo pasa el tiempo! contestó el hombre del cuello alto echándose al coleto un enorme vaso de aguardiente ; me parece que fue ayer: ¿no es eso, Grano de Sal? Y si te llamo Grano de Sal entre nosotros, es porque tú me lo has permitido, muchacho. Esto me recuerda los tiempos pasados. Y el viejo se echó a reír dulcemente.
Robusto, ancho de espaldas, dobladote como se dice vulgarmente, tenía una fuerza y un vigor hercúleos. A su edad nadie alardea de vigoroso y fuerte, y Andrés dejaba atónitos a los mozos más fornidos en eso de echarse a cuestas un fardo y levantar y poner en el mostrador un barril de aguardiente.
Palabra del Dia
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