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Actualizado: 15 de julio de 2025
Podía visitarle cuando quisiera y darle noticias de su mujer: aquello le alegraba mucho; ahora comprendía por qué los hombres son malos. Desde entonces el cura le visitaba casi todas las tardes, para fumar unos cuantos cigarros, hablando de Enriqueta, y alguna vez salían juntos, paseando por las afueras de Madrid como antiguos amigos.
En las afueras, el mismo movimiento. La mañana, con su exceso de luz y actividad, envolvía a los dos trasnochadores, como para avergonzarles por su empeño.
Si en los afueras de la ciudad ó en los hermosos boulevards que van de la estacion del ferrocarril de Malínas hasta la plaza del Teatro, se destacan á uno y otro lado nuevos y elegantes edificios que tienen todos una planta casi uniforme, en el interior ó la parte antigua de la ciudad todo parece oscurecido por un inmenso crespon, por una atmósfera cargada del polvo y los gases del carbon de piedra que se consume allí en enorme cantidad.
No bastaban la lluvia ni la nieve para que la oficina dejase de funcionar. Al romper el día llegaba el señor Manolo con sus ayudantes cargados de paquetes de periódicos. Tenía su especialidad, que era la venta de las afueras. Todos los vendedores, viejas, chicuelos y hombres haraposos, le rodeaban gritando, tendiendo sus manos para ser los primeros.
La bruja, arrugada, de ojillos malignos, que no podía atravesar la plaza del pueblo sin que los muchachos la persiguieran a pedradas, se quedó sola en su casucha de las afueras, ante la cual no pasaba nadie por la noche sin hacer la señal de la cruz. Pepet sacó a Marieta de aquel antro, satisfecho de tener como suya la mujer más hermosa del distrito. ¡Qué manera de vivir!
Rosalindo se vió con su amigo en las afueras de la ciudad, al perder la excitación en que le habían puesto su cólera y la bebida. Creo que lo has matado, hermano dijo el compañero. Y como era hombre de experiencia en estos asuntos, le aconsejó que se marchase á Chile si no quería pasar varios años alojado gratuitamente en la penitenciaría de Salta.
La casa se esconde, en efecto, y no puede verse ni desde las afueras del pueblo. Está construida en un recodo del valle, y dominada en todas direcciones por los árboles, por otras edificaciones y por el campanario.
Cuando en las tardes de los domingos salían los dos a las afueras, evitando el aproximarse a los Cuatro Caminos, o paseaban por las avenidas más solitarias del Retiro, el amante contemplábala con cierto orgullo, como si fuese obra suya, complaciéndose en sus perfecciones.
Mis ahorros se convirtieron en una casita en las afueras, y los vecinos apreciaban a don Nicomedes, un señor simpático empleado en la Audiencia.
La injusticia conmovía su carácter sencillo y recto, que comenzaba a perder el endurecimiento de la disciplina. Vivimos entre ladrones, Isidro. Verbigracia: yo me gano ahora el jornal trabajando en un gran edificio de las afueras que construye el gobierno no sé si para cuartel, hospicio u otra cosa.
Palabra del Dia
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