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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Díjole ella, en fin, que era muy extraña cosa que un hombre que, como él, de tal manera se había entrado en su casa amparándose de la justicia, y que decía que por ella se había puesto en tal trabajo, y que la había dado música, y tan amorosos y encendidos versos la había cantado, viniese a dormirse como si ningún cuidado le inquietase y como hubiera podido dormirse en su casa: a lo que él respondió mirándola amorosísimamente, que tantas noches había pasado en vela atormentado por sus amores, y tan desesperado y triste, que no había que admirarse de que, cuando al fin lucía para su amor el sol de la esperanza, descansado hubiese en alguna manera de su trabajo.
Es allí donde se reune por la tarde todo lo que hay de mas bello, de mas rico y elegante en la alegre sociedad madrileña; donde puede admirarse la hermosa raza española en sus variados tipos y tenerse una idea general de la fusion que se va produciendo en las costumbres y los elementos de diversas épocas.
Pero esto, en vez de producir el efecto apetecido, contribuía a despertar la alegría entre sus conocidos. El único que hasta cierto punto le tomaba en serio era Pablito. Piscis y Pablito habían nacido para amarse y admirarse. El punto de conjunción de estos dos astros era el género ecuestre.
Debajo de sus líneas correctas y firmes se adivinaba un espíritu altivo, sin ternura. Aquellos ojos azules no eran los serenos y límpidos que sirven de complemento adorable a ciertas fisonomías virginales que pueden admirarse alguna vez en nuestro país y más a menudo en el norte de Europa. Estaban hechos, sin duda, para expresar un tropel de vivas y violentas pasiones.
Comprendiendo rápidamente lo que intentaba decirle con tantos circunloquios y metáforas, quizás por otro resabio de mi mundana cortesía, comenzó por admirarse, a su modo, de que le fuera con semejante reparo un miembro de la familia de los Ruiz de Bejos. ¿Cómo podía ignorar yo, con determinados ejemplos a la vista, lo mucho que quedaba que hacer en los pueblos rurales a los hombres de luces y de buena voluntad?
Eufemia, que por lo visto tenía orden también de no admirarse de nada, los alumbró hasta el portal, donde no había farol, y los vio salir de casa, Emma del brazo de Bonis, D. Juan detrás, como si todas las noches sucediera lo mismo.
Consistió el orgullo en no tener miedo de caer en la tentación y en atreverse a arrostrar los peligros, y consistió la caridad misericordiosa en admirarse del cambio repentino de aquella mujer pecadora, en compadecer el dolor agudo y tremendo que para la conversión la había apercibido, y en la irresistible simpatía de que se dejó vencer, yendo a tratar con ella de cosas del espíritu y a darle amistad pura y grato consuelo.
Mostró admirarse de la buena presencia del sobrino y le habló llanotamente, para inspirarle confianza. ¡Muchacho, muchacho! ¿A dónde vas con tanto doblar? Cuidado que estás más hombre que yo.... Siempre te imitaste más a Gabriel y a mí que a tu madre que santa gloria haya.... Lo que es con tu padre, ni esto.... No saliste Moscoso, ni Cabreira, chico; saliste Pardo por los cuatro costados.
Salvador penetró en la gran tienda donde podía admirarse todo lo más hermoso y rico que producen las industrias de Montánchez y Candelario, y si no hubiera freno para las comparaciones, si todo lo visible pudiese entrar en el dominio del arte metafórico, bien podría llamarse a aquello el palacio de las morcillas o el templo del jamón.
Después de admirarse de su propia capacidad para la política, sólo se reconocía deudor a D. Juan Fresco y a la copiosa turba de bermejinos que le siguieron en el día de la elección como a caudillo respetado. Durante todo este largo período electoral, las relaciones amistosas de doña Luz y del P. Enrique se fueron estrechando más cada día.
Palabra del Dia
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