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Actualizado: 27 de junio de 2025
De bote en bote se llenó la iglesia: todo el pueblo había acudido allí. La misa fue rezada y breve, y se reprodujeron en ella los llantos de la casona al pedir el Cura una oración por el alma de un tan amado feligrés. Después de la misa quise ver el cementerio, que está a dos pasos de la iglesia.
La villa estaba abierta para todos; nadie pensaba en impedirles su acceso. De la cercana Casa de Salud había acudido prontamente el doctor Bérard, quien sólo había podido comprobar la muerte instantánea.
La fortaleza había empezado a construirse, pero Aga Mahamud había acudido a estorbarlo con sus fustas, y se decía que se habían dado ya algunos combates en que no siempre los portugueses salieron bien librados.
El teatro estaba de bote en bote. El público había acudido, excitado por la curiosidad, mas no por la benevolencia. Al contrario, el odio y el desprecio que el Sr. de Figueredo inspiraba, tocaron como por carambola y se estrellaron contra la pobre Rafaela.
Pero fue inútil. No quería decirme nada. Todo lo que me manifestó fue que la razón de esa entrevista que debía haber tenido lugar esa noche en Lucca, era muy poderosa, y que si el millonario no hubiera muerto, indudablemente habría acudido a ella.
Además del regio alcázar, ya había entonces en Cintra no pocos palacios y quintas de particulares ricos y no faltaban hospederías donde los extranjeros pudieran albergarse. Doña Sol y algunas otras damas de palacio habían acompañado a la Reina a Cintra. Natural era que hubiesen acudido allí también los galanes que a estas damas servían. Algo me incumbe decir aquí de que me pesa por dos razones.
Las riquezas, que habían acudido á su seno de todas partes, infundieron naturalmente el deseo de gozarlas de mil maneras, y el teatro, que satisfacía más que otro medio alguno, tratándose de un pueblo ingenioso y lleno de grandiosos recuerdos é imágenes, ese anhelo del alma, ocurrió plenamente á esa necesidad imperiosa, y con tanto mayor motivo, cuanto que, contando ya con una larga preparación, podía sin trabajo constituir el foco de la vida moral de la nación entera.
El viejo Zapican, que vé tendido A su sobrino en tierra, bien quisiera En Leiva se vengar, mas ha acudido El bravo Menialvo, que le diera Un golpe tan terrible, que partido Por medio, por encima la cadera, En dos partes quedò: fué cuchillada De brazo poderoso, y fuerte espada.
Me importa mucho repliqué en tono más alto aún . Ustedes llevan a esta joven secuestrada. Ustedes son unos secuestradores. Suelten ustedes a esa joven, tunantes. Algunos transeúntes ya habían acudido al escuchar mis voces. Vamos, apártese usted me dijo el hombre desconocido, tratando de echarse sobre mí.
Después, mientras Bonis y D. Nepo y los demás que habían acudido a recibirla daban órdenes para subir a casa el equipaje, ella emprendió la marcha escalera arriba, colgada del brazo de Gaetano. En el primer descanso se detuvo, respiró con dificultad, miró al barítono con fijeza, y acabó por decir: ¿Y si me hubiera muerto en el camino... por culpa tuya? ¡Bah! ¡Sí, bah!
Palabra del Dia
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