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Actualizado: 9 de mayo de 2025


¡Ah! Pues si buscáis al señor Francisco Montiño, os aconsejo que le esperéis mañana, á las ocho, en la puerta de las Meninas; todos los días va á esa hora á oír misa á Santo Domingo el Real. Y el lacayo, creyendo haber dado al joven bastantes informes, se marchaba. Esperad, amigo, y decidme si no vais de prisa: ¿por qué razón he de esperar á mañana y esperar fuera del alcázar?

Quiso crear una generación con arreglo á sus ideales poéticos, y á él le puso Rosalindo, á un hermano suyo que había muerto lo bautizó Idílio, y á una hermana que estaba ahora en Bolivia aconsejó que la llamasen Zobeida, como la esposa del sultán de Las mil y una noches. Rosalindo llegó á Salta el mismo día de la procesión.

Después aconsejó a Isidro que comprase la cama en la tienda de sus hijos. Tenían géneros baratos y nuevos. No debía adquirirla en las Américas. Eran todas de largo uso; la que menos, había visto morir a toda una familia. Sus primos le darían con economía lo que necesitase. Luego preguntó por su madre, la señora Eusebia.

Han tomado toda clase de precauciones para tenerlo bien asegurado contra sus esfuerzos y empeños. De consiguiente, le aconsejo, como verdadera amiga, que es inútil trate de luchar contra la tempestad. ¡Todo es en vano! »¡Exponerme a la situación es peor para que la muerte!

Se asemejaba a los muertos por el color, como aconsejó el oráculo a Zenón, el filósofo, lo cual, bien entendido, quiere decir que de tanto estudiar en los libros había tomado la palidez de ellos. Era capaz de permanecer en un quietismo casi sobrehumano.

Lo que no esperaba es que llegaran sus desalientos al extremo a que, por lo visto, han llegado... Pues mire usted, señor don Marcelo: ni por cortesía siquiera le aconsejo a usted que, para distraer su fastidio, se largue enseguida de Tablanca; consejo que, o yo no leer fisonomías o es el que más había usted de agradecerme.

Papá me aconsejó que, de todos modos, me casase con el primo.... Yo seguí el consejo.... Me propuse ser buena, quererle mucho, obedecerle, cuidar de mis hijos.... Dígame usted, Julián, ¿he faltado en algo? Julián cruzó las manos. Sus rodillas se doblaban, y a punto estuvo de hincarlas en tierra. Pronunció con entusiasmo: Usted es un ángel, señorita Marcelina.

Pero al mismo tiempo, el segundo, arrepentido de sus anteriores reflexiones, afirmaba en voz alta, con una sencillez heroica: Si te aconsejo que te retires, es por tu bien; no creas que es por miedo... Yo te seguiré mientras navegues. Alguna vez he de morir, y mejor es que sea en el mar. Únicamente me preocupa la suerte de mi mujer y mis hijos.

Al contestarle le aconsejó el de la corte que, tanto por el bien de su pleito como para satisfacer sus deseos de conocer á Madrid, se pusiese en camino cuanto antes; añadiéndole que él tenía gran interés en verle para arreglar cierto proyecto que había concebido.

Es un tipo, bien a la vista está; pero tiene prendas que no puede ni debe desconocer una mujer como . Por tanto, como buena amiga y porque te quiero mucho, te aconsejo que si pide tu mano, no se la niegues.

Palabra del Dia

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