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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Ulises, con su elegante Mare nostrum, no podía luchar contra los capitanes septentrionales, alcoholizados y taciturnos, que aceptaban á cualquier precio el llenar sus buques sórdidos, emprendiendo una marcha de tortuga á través de los océanos. No puedo más decía con tristeza á su segundo . Voy á arruinar á mi hijo. Si me compran Mare nostrum, lo vendo.

La imagen había escogido á Salta como punto de residencia, y desde entonces llevaba realizados miles y miles de milagros. Pero las gentes sencillas de la Cordillera no aceptaban que esta divinidad omnipotente traída por los blancos pudiese vivir sola, y su imaginación había creado otras divinidades secundarias.

Pero los cristianos no atendiendo á que de faltar á las promesas juradas, no podria resultar otra cosa mas que el descrédito de la doctrina evangélica, aceptaban en los capítulos de paces la condicion de conservar á los mahometanos en su religion, sin oprimirlos ni vejarlos, i luego les quitaban los templos i los obligaban á cristianarse con las duras leyes de la fuerza.

Simoulin, completamente solo, se consideraba preparado para toda clase de heroísmos. Yo también le había dicho Pierrefonds. El comandante consideraba una felonía abandonar la ciudad. Al declararse la guerra, había sufrido una amarga decepción viendo que no lo aceptaban para combatir en el frente, á causa de sus enfermedades de antiguo soldado colonial.

Recorría los muelles cenagosos buscando trabajo, e iba a caer a esas tabernas de marineros borrachos, en donde se mezclan gentes de todos los países. Allen no sabía, no tenía certificados, y los skippers no le aceptaban.

Nadie la deseaba: la imponían los adversarios... Pero todos la aceptaban, con el firme propósito de cumplir su deber. París callaba durante el día con el enfurruñamiento de sus preocupaciones. Sólo algunos grupos de patriotas exaltados, siguiendo los tres colores de la bandera, pasaban por la plaza de la Concordia para dar vivas ante la estatua de Estrasburgo.

Y procediendo como niñas buenas y bien educadas, incapaces de desear la fealdad del prójimo, aceptaban los obsequios ruborizadas, pero mirando con superioridad satisfecha a las amigas. Doña Manuela estaba contenta. ¿No era un placer reunir en la mesa tan buenos amigos? ¿No se gozaba contemplando sus expansiones?

En cuanto se les presentaba un marido, las jóvenes de ese tipo le aceptaban con los ojos cerrados. El mundo, las conveniencias, la familia y la razón querían ese matrimonio, y era imposible resistir a tales argumentos. Ahora se ha hecho una revolución.

Cada país calumniaba al otro, inventando sobre él las más absurdas mentiras, y estas mentiras las aceptaban las generaciones siguientes sin tomarse el trabajo de comprobarlas. De padres á hijos se perpetuaba la degollina por la simple razón de que los abuelos también se habían degollado.

Todos estos americanos aceptaban con despectivo silencio el acordeón y los bailes de gallegos y de gringos, hasta que al fin cualquiera de su clase reclamaba á gritos los bailes de la tierra. Esta exigencia, hecha con tono amenazador, obligaba á retirarse á las parejas que danzaban agarradas, á estilo europeo.

Palabra del Dia

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