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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Le conocí, pues, por medio del Sr. Sobolefski, fui también más tarde su amigo, estuvimos en correspondencia epistolar, y creo, por último, que firmé la propuesta para que el Sr. Milá fuese académico correspondiente de la Real Academia Española.
Despreciadores de lo circunstancial y adjetivo, no parecen dolerse ni del comer modesto ni del sobrio vestir, pero en cambio, aspiran á lo más alto, á la admiración y rendimiento de los espíritus, á que todos les recuerden, á que así el académico, como el burgués modesto, como el obrero, sepan sus nombres de memoria.
En París me molestaban de cerca mis acreedores; por eso me vine á Monte-Carlo, y jugué para distraerme y para vivir. «Hay el amor», me decía un viejo académico amigo mío, con intenciones egoístas, para ser el primero en aprovecharse del consejo. ¡Imagínate tú: el amor-pasión, el amor generoso, como único remedio de las tristezas de la vida, y á estas horas! ¡Ojalá pudiera ser!... Pero me siento vieja; yo tengo dos mil años... Tú eres más joven, pero cuentas siglos también. ¡El amor á nosotros!...
Se presentó en la nueva casa correctamente vestido de negro, serio y grave, con un rollo de papeles en la mano; Casilda no quería recibirle, pero Pablo, más conciliador, le hizo pasar a la sala y allí, inclinándose con afectación de académico, declaró que iba a rendir cuentas del albaceazgo y a entregar lo que en la partición había correspondido a los herederos, después de pagar deudas y honorarios, para lo cual había habido necesidad de vender las propiedades, como lo sabían muy bien.
El citado Académico francés M. Mignet, teniendo por base el estudio de Bermúdez de Castro, dispuso además del contingente de papeles conservados en los Archivos de París, que son muchos, contándose los referidos que pertenecieron al de Simancas y los de la Colección importante llamada de Llorente, llevados á Francia por el autor de la Historia crítica de la Inquisición, secretario que fué del Supremo Tribunal de la misma.
El nuevo académico, concretándose a nuestra patria, ha hablado con elogio merecido y ha hecho el recuento de las mejores escritoras que enriquecen el idioma castellano con sus producciones. Es evidente que, en un discurso que por fuerza no ha de extenderse demasiado, no puede esto hacerse por completo.
Nada hay tan repugnante como la ciencia que se adquiere para obtener un título académico y ganarse un sueldo con él. No hay más ciencia que la ciencia desinteresada, la ciencia por la ciencia, el amor al saber, el saber que nunca se sabe bastante para cobrar dinero por enseñar lo poco que se sabe.» Y otra porción de máximas al mismo tenor.
En seguida Don Francisco Roca, académico de la de San Fernando y Director de arquitectura de la de San Luis de Zaragoza, levantó el plano muy parecido a la de aquella ciudad, si bien mas en pequeño, nombrándose director de obras a D. Ramón Pardo, arquitecto y vecino de la capital de Aragón.
Palabra del Dia
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