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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Unos eran únicamente para los butifarras, aristocracia de la aristocracia, casas privilegiadas, contadísimas familias, unidas todas por el parentesco de continuos cruces; otros días para los caballeros, nobleza tradicional que vivía, sin saber por qué, supeditada a los anteriores; luego se recibía a los mossons, clase inferior pero en trato familiar con los grandes, intelectuales de la época, médicos, abogados y escribanos que prestaban sus servicios a las familias ilustres.
Pero, mira: prefiero mil veces estos abogados que no saben escribir con propiedad y corrección a esos sabios de nuevo cuño, como Venegas y Ocaña. Don Román engullía sopas y sopas. Bueno: ¿estás contento? Sí, señor. Pues ya lo sabes; mañana, a las nueve, te presentas en la casa de Castro. ¿Mañana? No, tienes razón; mañana es día de fiesta, y pasado mañana día de Difuntos. Ya irás.
Dirá que es mujer legítima... ¡Humo! Todo queda reducido a unos cuantos latines que le echó el cura, y a la ceremonia, que no vale nada... Esto que yo tengo, señora mía, es algo más que latines; fastídiese usted... Los curas y los abogados, ¡mala peste cargue con ellos!, dirán que esto no vale... Yo digo que sí vale; es mi idea. Cuando lo natural habla, los hombres se tienen que callar la boca».
Y al son de esta música los clérigos y los abogados de las Cortes se ocupan en demoler a España para levantar otra nueva. Están borrachos. Me parece que los borrachos son otros, milord. Quieren que haya igualdad. Muy bien. Lombrijón y Vejarruco serán ministros. Si viene la igualdad y se acaba la religión, ¿quién le impedirá a usted casarse con una española? dije regresando junto a la mesa.
El gran beneficio del fuero consiste en haber librado á los agricultores de las garras de los abogados y curiales y de la absurda institucion del papel sellado. Cada dos años se reunen los agricultores de la Huerta y eligen los jueces-árbitros de su tribunal, ancianos sencillos, de experiencia en el oficio del cultivador y venerables por su honradez y su buen sentido.
La secretaría estaba cerrada, y en el edificio había extraordinario movimiento. Subían y bajaban las escaleras frailes, militares, particulares, antiguos abogados y médicos, acaso para ofrecer sus servicios á la causa que peligraba.
Era el despacho típico de los abogados de provincia. Dos piezas.
Pero en este caso, salvo que estuviera dirigido a nosotros, sería abierto por las personas que el moribundo había designado con el calificativo de «los pillos de los abogados,» y, según todas las probabilidades, ellos sabrían sacarle para sí todo el provecho posible.
Me asombraría de que se sacara algo en claro de las averiguaciones que se van a hacer exclamó Reginaldo, algunas horas más tarde. Indudablemente sus abogados tampoco saben nada. Puede ser que haya dejado algunos papeles que revelen la verdad contesté. Los hombres que en vida son silenciosos y reservados, a menudo suelen confiar sus secretos al papel. No creo que Burton lo haya hecho.
El Regente en una continua agitacion expedia providencia sobre providencia, y los Ministros, disimulando el miedo que los dominaba con el celo y amor al Soberano, se hicieron cargo con las compañias formadas del grémio de abogados, de rondar y patrullar todas las noches, reconociendo las centinelas avanzadas.
Palabra del Dia
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