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Actualizado: 21 de octubre de 2025
Odas, canciones, idilios, églogas hay, donde se cuentan hechos, y nadie afirma resueltamente que sean épicas tales composiciones. Se dan romances, cánticos triunfales, epitalanios, himnos en loor de dioses, semidioses, héroes o santos, donde también se narra, y no son épicos puros. Llamar épico-líricas a estas poesías porque tienen en sí los dos caracteres, no resuelve la dificultad.
Los viejos recitantes populares declamaban con heroicos manoteos las octavas épicas del Tasso. Sonaban arpas y violines acompañando la última romanza que Nápoles había puesto de moda en el mundo entero. Los puestos de los ostricarios esparcían un perfume orgánico de ola muerta. En torno de ellos, las conchas vacías de las ostras destacaban sobre el barro los redondeles de su cal nacarada.
No le falta elevación ni fuego; el odio contra los enemigos de la fe católica está expresado con tremenda energía; encierra bellezas aisladas, así líricas como épicas, en número no escaso; pero los sucesos de la guerra están enlazados entre sí, sin formar un plan regular, y sin constituir, por tanto, un drama verdadero.
Nítidas cláusulas épicas: fúlgidas ondas triunfales, todo un himno glorioso van trazando las águilas, a golpes de huracán, al cruzar los espacios suspensos en un éxtasis único.
Oírle contar sus épicas luchas por la causa del pueblo era el gran pasmo de D. José y de Riquín; pero Isidora no contenía fácilmente la risa. Las galanterías de Bou con Isidora semejaban a las del oso que quiso mostrar el cariño a su amo matándole una mosca sobre la frente. Alguna vez, dejando hablar a sus sentimientos, se expresaba con sencillez y naturalidad.
En dos o tres ocasiones le pareció notar unas puntas de ironía, y acaso no se equivocase; pues en las ciudades pequeñas, donde ningún suceso se olvida ni borra, donde gira perpetuamente la conversación sobre los mismos asuntos, donde se abulta lo nimio y lo grave adquiere proporciones épicas, a menudo tiene una muchacha perdida la fama antes que la honra, y ligerezas insignificantes, glosadas y censuradas años y años, llevan a su autora con palma al sepulcro.
Aun sin eso, ya no morirá, gracias a Pereda, el tipo hoy casi perdido del viejo marinero de la costa cantábrica, levantado por él a proporciones casi épicas, y digno de hombrearse con muchos héroes de Fenimore Cooper.
Palabra del Dia
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