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Y estando Inca Yupanqui en esta manera que ya habeis oido, vino á él un mensajero de un capitan suyo, que al presente estaba en guarda de la ciudad, dos leguas della, procurando saber de sus enemigos lo que hacian en la junta do se juntaban, por el cual le invió á decir, que los capitanes que se escaparon de la batalla huyendo do matóse á Uscovilca, que ya habeis oido, questaban ya rehechos en Xaquixaguana y confederados con los naturales della, y que de su tierra les habia venido mucha gente y socorro; y que ansimismo eran ya llegados allí los otros cuatro capitanes de Uscovilca que de Paucaray él les inviara á descubrir por las provincias de Condesuyo é Andesuyo, que ya la historia os ha contado; que como ya fuesen todos juntos, partian otro dia por la mañana á le dar la batalla y á vengar la muerte de su señor Uscovilca.

La segunda vez que los llamó, le dijo un caballero sardo, que se decía D. Guillén Barbarán, que iba á su lado: «Aquí imos Corrales y yo con vuestra señoría.» D. Alvaro le respondió, medio enojado, que le dejase y volviese á los soldados que eran fuera, para ir de vanguardia, questaban de rodillas arrimados al caballero de San Juan, y mandólos arremeter, que ya eran descubiertos de los enemigos, y así comenzaron luego á caminar adelante.

La infantería española iba de vanguardia; los franceses, alemanes y Religión, en batalla; los italianos, de retaguardia, todos en sus escuadrones en muy buen orden. D. Luis Osorio iba delante de los escuadrones con una manga de arcabuceros españoles, y ya que la vanguardia llegaba cerca de los enemigos questaban al paso, salió el mismo moro que solía venir á nuestro campo.

Y despues de haberse holgado con el Inca é con los señores del Cuzco cinco dias, en sus fiestas é regocijos, Inca Yupanqui les dijo lo que pensaba hacer, é como queria reparar é fortalescer aquellas veras de aquellos dos arroyos que por la ciudad pasaban, contándoles el perjuicio que la ciudad rescebia; y ellos dijeron questaban prestos para hacer todo aquello que por él les fuese mandado; que les dijese la manera quen ello se habia de tener, porque proveerian lo que para ello fuese necesario.

No tuvo tanto cuidado el jeque de inviarnos los que se iban á él de nuestro campo á tornar moros, que fueron tres ó cuatro mozuelos mal informados. No solamente no los inviaba, pero teníaselos en su casa públicamente, que los viesen todos los cristianos que iban á negociar con él. Dende á dos días tornaron á tocar arma á las compañías questaban de guardia fuera del campo, sin haber otra cosa más.