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Así el valor 0/a es el límite del decremento de un quebrado, cuyo numerador es variable x/a; porque, suponiendo que x va menguando continuamente, el quebrado se acercará á la expresion 0/a, sin que jamás pueda llegar á confundirse con ella, mientras la cantidad x no se desvanezca del todo. Con estos ejemplos se ve por qué los matemáticos admiten límites finitos, infinitos, y nulos.

El Almiranta en floto estuvo dias, Mas torna á dar en seco, y desrumbada Ha sido, entrándole agua por mil vias: Procúrase que luego sea varada, Sus fuerzas conociendo ya ser frias, La gente fuera apenas de ella echada, Cuando yendo la mar y agua menguando, La nave cae, el un lado recostando.

Las otras siete galeras que quedaron fueron combatidas otra vez á una hora de día, á tiempo que el agua iba menguando, porque allí, entre día y noche, crece y mengua el agua dos veces; y así por la parte de tierra las dieron combate 3 ó 4.000 turcos y moros, y el resto de su campo quedaba en las trincheras, dudando de aquello que podía fácilmente acaecer, como los capitanes y soldados querían tomallos en medio, que los otros estaban en la mar combatiendo con las galeras y con el socorro que había salido del fuerte, que ciertamente era una hermosa cosa de ver combatir los cristianos con los turcos dentro del agua hasta la cinta, y por habérseles mojado la pólvora dentro de los frascos no se podían aprovechar de los arcabuces, y así peleaban con las espadas y picas, y fueron muertos y heridos muchos turcos, porque el artillería del fuerte y mosquetes y arcabucería, allende de la que tiraban de las galeras, los tomaba por través y les hacía gran daño, y así se retiraron los turcos con gran pérdida, y de los cristianos hobo pocos heridos, entre los cuales dieron un arcabuzazo en una pierna al Maestre de campo Miguel de Barahona, porque él había salido fuera con el socorro, y de ahí á pocos días murió de la herida.

Bueno y deseable es que el mal, hasta donde esto es compatible con el ser de nuestro planeta y con la condición física y moral de los hombres que le habitan, vaya desapareciendo, o al menos, menguando; pero, como no sea distrayéndonos y deleitándonos, las novelas no logran este fin. Lo lograrán, por dicha, la religión y la ciencia, los sermones y las disertaciones.