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Nada igual me presenta la Historia, sino las clasificaciones de la Inquisición, que distinguía las opiniones heréticas en malsonantes, ofensivas, de oídos piadosos, casi herejía, herejía, herejía perniciosa, etc., etc.; pero al fin la Inquisición no hizo el catastro de la España para exterminarla en las generaciones, en el individuo, antes de ser denunciado al Santo Tribunal.

Pablo Hervieu empezó escribiendo novelas, y en medio del florecimiento naturalista entonces imperante, sus libros, prudentemente mondados de descripciones soporíferas y de chocarrerías malsonantes, marcaron una tendencia nueva, extraña y personalísima.

Era, nos avergonzamos de decirlo, nada menos que detenerse en la calle y enseñar algunas palabrotas muy malsonantes á un grupo de niños puritanos, que apenas empezaban á hablar.

Luego Isidora le echó un sermón sobre su detestable maña de decir a cada paso palabras malsonantes, y aunque el muchacho alegó, para defenderse, que también las decían los caballeros, ella se mantuvo inflexible, decidida a castigar las malas palabras como si fueran malas acciones. «Ahora, señorito le dijo con severidad , ha de andar usted derecho.

Si cruzaba con su mujer algunas palabras malsonantes, si castigaba con más o menos severidad a sus hijos, si andaba apurado de dinero, si salía por la noche a picos pardos, si se le atragantaban las ces en medio de dicción, diciendo reto y pato, en vez de recto y pacto, si comía con los dedos o se sonaba con ruido.

- llama -dijo don Jerónimo-, pero no me acuerdo en qué manera, aunque que son malsonantes las razones, y además, mentirosas, según yo echo de ver en la fisonomía del buen Sancho que está presente.

Con que así, crean ustedes, si les da la gana que fue una muchacha la que capitaneó los feroces ejércitos de los bárbaros. En cuanto a canciones profanas y malsonantes, sepa usted que no le pegan ni a mi edad ni a mi modo de pensar. Pero los hombres tienen siempre los oídos abiertos a las cosas amorosas. ¡Yo!, Rosita, ¡Jesús! Mire usted que se ha equivocado de medio a medio.

A no se me ocurre sino una persona: Felicita, la Consumida. ¡Infame alcahueta! No digas palabras malsonantes. Eso de la alcahuetería es cosa muy relativa. Todas las mujeres, en llegando a cierta edad, si son amorosas todavía, como no están en sazón de que las amen y ellas no aciertan a vivir sino en la atmósfera del amor, se perecen por proteger y concertar amores ajenos.