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Vayan sólo a los bufos, si tan malos son, los hombres curados de espanto, y aquellas mujeres, que no faltan, curtidas ya en todo género de malicias, o bien las que son tan inocentes, que, si alguna malicia llegan a oír, no aciertan a entenderla.

Esta misma pregunta se hacen los historiadores y no aciertan a contestarla; tantas y tales son las cosas excelentes que habría que contar. Además, de su matrimonio ha tenido dos hijos y una hija, y todos los ha educado cristianamente. De los hijos, uno fue duque de Maqueda; el otro, que se llamaba Alonso, murió de una caída de caballo. La hija fue condesa de Miranda.

Granujas de la peor estofa, aspirantes a puntilleros, toda clase de rapaces desvergonzados y miserables, formaban su pandilla; y como Mariano solía tener algún dinero, eran de ver su boga y popularidad entre esta chulería menuda, que sin cesar se ofrece a nuestra vista por calles y caminos con escándalo de la moral, con bochorno de la sociedad y del cristianismo, que no aciertan a recoger y sujetar estos presidios sueltos del porvenir.

La duquesa y el duque salieron a la puerta de la sala a recebirle, y con ellos un grave eclesiástico, destos que gobiernan las casas de los príncipes; destos que, como no nacen príncipes, no aciertan a enseñar cómo lo han de ser los que lo son; destos que quieren que la grandeza de los grandes se mida con la estrecheza de sus ánimos; destos que, queriendo mostrar a los que ellos gobiernan a ser limitados, les hacen ser miserables; destos tales, digo que debía de ser el grave religioso que con los duques salió a recebir a don Quijote.

Tan sueltos y ligeros son, que alcanzan Corriendo por los campos los venados; Tras fuertes avestruces se abalanzan, Hasta dellos se ver apoderados; Con unas bolas que usan, los alcanzan, Si vén que están á lejos apartados; Y tienen en la mano tal destreza, Que aciertan con la bola en la cabeza.

Y luego, si por casualidad aciertan, insistirán en sus censuras, llenando de vituperios a los pobres perdidosos. ¿No se lo dije yo a usted? Si era infalible... Yo prefiero ganar diez duros a negro murmura una voz que 1.000 pesetas a encarnado. ¡Qué quiere usted! Es una manía. Además, no me sería posible jugar a encarnado. ¡Hace ya noventa y un años que juego a negro...!

No creo año se llevan los guerreros, Que entrambos son muy viejos y muy canos Los golpes que se dan terribles, fieros, No dejan, donde aciertan, huesos sanos: Andan sanguinolentos carniceros, Como de Irlanda suelen los alanos, Y mas que hircanos tigres espantosos, Y en ver su propia sangre muy gozosos.

Corriendo hacia su casa, en retirada, miraba al cielo, cosa en él muy contraria á la costumbre, pues si alguna vez lo miró para enterarse del tiempo, jamás, hasta aquella noche, lo había contemplado. ¡Cuantísima estrella! Y qué claras y resplandecientes, cada una en su sitio, hermosas y graves, millones de millones de miradas que no aciertan á ver nuestra pequeñez.

En general, es peligroso el reirse de opiniones sostenidas por grandes hombres en materias tan graves; porque si no aciertan, tienen por lo menos en su favor razones fuertes.

El discernimiento sólo se alcanza con los años. Y aun es problemático, pues según un ironista francés «la mujer sólo se equivoca cuando reflexiona». La frase, aguda y ligera, no convencerá a ninguna de mis lectoras. Podríamos devolverla al ironista diciendo: «los hombres sólo aciertan cuando se enloquecen».