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En fin, señor, lo que últimamente te digo es que, quieras o no quieras, yo soy tu esposa: testigos son tus palabras, que no han ni deben ser mentirosas, si ya es que te precias de aquello por que me desprecias; testigo será la firma que hiciste, y testigo el cielo, a quien llamaste por testigo de lo que me prometías.

Cuando el pueblo está en el mayor fervor de sus bailes y grescas, sale de la audiencia el Mapono y declara las respuestas, que las más de las veces son de buenas fortunas, de lluvias, de buenas cosechas, de caza, de pesca y de todo lo que á ellos más les agrada, aunque las más de estas fortunas y dichas les salen vanas y mentirosas, de suerte, que algunos más arrestados, al oir tales promesas, responden con risas: los dioses han bebido bien; mas si estas palabras llegan á oídos del Mapono, sale con furia diabólica del tabernáculo, amenazándoles muertes, tempestades y rayos, con que les hace callar.

Especialmente fue y vino en lo que había visto en la cueva de Montesinos; que, puesto que el mono de maese Pedro le había dicho que parte de aquellas cosas eran verdad y parte mentira, él se atenía más a las verdaderas que a las mentirosas, bien al revés de Sancho, que todas las tenía por la mesma mentira.

Recordaba ahora con vergüenza su ignorancia española, aquella prosopopeya castellana, mantenida por mentirosas lecturas, que le hacían creer que España era el primer país del mundo, el pueblo más valiente y más noble, y las demás naciones una especie de rebaños tristes, creados por Dios para ser víctimas de la herejía y recibir soberbias palizas cada vez que intentaban medirse con este país privilegiado que come mal y bebe poco, pero tiene los primeros santos y los más grandes capitanes de la cristiandad.

Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren, escribiéndose de suerte que, facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfeción de lo que se escribe.

-Jamás la dije -dijo a esta sazón la que hasta allí había estado callando-; antes, por ser tan verdadera y tan sin trazas mentirosas, me veo ahora en tanta desventura; y desto vos mesmo quiero que seáis el testigo, pues mi pura verdad os hace a vos ser falso y mentiroso.

La mentada doña Dulcinea del Toboso, por su verdadero nombre Aldonza Lorenzo, gritaba a la par de Teresa Panza, al doliente caballero: ¿Qué os hice para que también os metierais conmigo, según se me ha dicho, en esas historias mentirosas que corren impresas por ahí?... ¡Nada os importa, ni a vos, ni al mundo, que yo huela o no huela a ámbar, que sea soberbia princesa o zafia labradora!...

Ya podía lucir el sol, y mostrarse hermosos los campos, y ser buena la cosecha... ¡Engañifas para entretener al hombre en sus fatigas y que le fuesen más tolerables! ¡Mentirosas promesas, como las que se hacen a los niños para que se sometan de buen grado al tormento de la escuela!... Y había que dejarse engañar; la mentira era buena.

Al despertar, en ese momento en que los juicios de la realidad se confunden con las imágenes mentirosas del sueño y hay en el cerebro un crepúsculo, una discusión vaga entre lo que es verdad y lo que no lo es, el engaño persistía un rato, y Maximiliano hacía por retenerlo, volviendo a cerrar los ojos y atrayendo las imágenes que se dispersaban. «Verdaderamente decía él , ¿por qué ha de ser una cosa más real que la otra? ¿Por qué no ha de ser sueño lo del día y vida efectiva lo de la noche?

Vivo aún porque soy cristiana; pero ¡qué existencia me espera! ¡Qué vida para ti, si eres verdaderamente un padre!... Piensa que tu hijo existiría si no te hubieses quedado en Nápoles. Ferragut era digno de lástima. Bajaba la cabeza, sin fuerzas para repetir las desordenadas y mentirosas protestas con que había acogido las primeras palabras de su esposa.