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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Sancho fue a do estaba la bacía y la trujo; y, así como don Quijote la vio, la tomó en las manos y dijo: -Miren vuestras mercedes con qué cara podía decir este escudero que ésta es bacía, y no el yelmo que yo he dicho; y juro por la orden de caballería que profeso que este yelmo fue el mismo que yo le quité, sin haber añadido en él ni quitado cosa alguna.
Pasmado Itobad, como era su costumbre, de las desgracias que á un hombre como él sucedian, no hizo resistencia á Zadig, que muy á su sabor le quitó su magnífico yelmo, su soberbia coraza, sus hermosos braceletes, sus lucidas escarcelas, y así armado fué á postrarse á las plantas de Astarte.
Mandó a Sancho que alzase el yelmo, el cual, tomándola en las manos, dijo: -Por Dios, que la bacía es buena y que vale un real de a ocho como un maravedí.
Llegados al puente, miró el arquero fijamente al noble capitán, saludó á la baronesa con una inclinación respetuosa y dijo: Perdonad, señor barón, pero á pesar de los años transcurridos os he reconocido al momento, y eso que hasta hoy no os había visto vistiendo terciopelo, sino yelmo y coselete.
Y así fué, porque si bien Beauchamp asestó á su contrario fuerte golpe en el yelmo, recibió en cambio tan furiosa lanzada que lo sacó de la silla y lo hizo rodar por el suelo. No tuvo mejor suerte el de Percy, que sacó roto el escudo y desguarnecido el brazo izquierdo, amén de una ligera herida en el costado.
Digo esto porque, si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes. -Mire vuestra merced bien lo que dice, y mejor lo que hace -dijo Sancho-, que no querría que fuesen otros batanes que nos acabasen de abatanar y aporrear el sentido.
Aquí no se pudo contener don Quijote sin responder: y, poniéndose entre los dos y apartándoles, depositando la albarda en el suelo, que la tuviese de manifiesto hasta que la verdad se aclarase, dijo: ¡Porque vean vuestras mercedes clara y manifiestamente el error en que está este buen escudero, pues llama bacía a lo que fue, es y será yelmo de Mambrino, el cual se lo quité yo en buena guerra, y me hice señor dél con ligítima y lícita posesión!
¡Pardiez, señor -dijo Sancho-, si no tenemos otra prueba de nuestra intención que la que vuestra merced dice, tan bacía es el yelmo de Malino como el jaez deste buen hombre albarda! -Haz lo que te mando -replicó don Quijote-, que no todas las cosas deste castillo han de ser guiadas por encantamento.
Venía sobre un asno pardo, como Sancho dijo, y ésta fue la ocasión que a don Quijote le pareció caballo rucio rodado, y caballero, y yelmo de oro; que todas las cosas que veía, con mucha facilidad las acomodaba a sus desvariadas caballerías y malandantes pensamientos.
Perla le llamó también la atención á otra figura semejante en el yelmo, sonriendo á su madre con aquella especie de expresión de duendecillo tan común á su inteligente rostro.
Palabra del Dia
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