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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Rufita González supo más que esto a la una en punto. Supo que, habiendo salido Nieves de la mar sin conocimiento, hubo necesidad de desnudarla y darla friegas en todo el cuerpo, para que volviera en sí, y dárselas con un esparto sucio, por no haber allí otro recurso de que echar mano.
El ingeniero priva en otros países como un primer galán del porvenir; pero aquí, ¡hijo mío!, el héroe de moda, el que arrambla con todo, es el abogado salido de Deusto. Y antes de que Sanabre volviera á hablar de su amor, el médico añadió, cogiéndole de un brazo: Vaya; enséñame todo eso. Piensa que aún tengo que ir á Gallarta.
Colgado de la pared, admirable incensario de plata velaba el ambiente con nebuloso sahumerio. La dama se incorporó con un grito de espanto y Ramiro cerró de nuevo la puerta. Un rato después el Canónigo le mandaba decir con un paje que volviera pasado el toque de oraciones. Le recibió en una sala contigua a su oratorio.
Sin comprender claramente y todavía paralizado de terror, no se movió Manuel... Nuevamente impacientado el hidalgo gascón, le aplicó un leve puntapié en un sitio que por decoro nadie nombra, salvo los gascones, gritando: ¡Anda pronto a traer esas botellas, holgazán del infierno! Ni tres minutos pasaron antes de que Manuel volviera con las botellas y dos copas.
En un principio le decía en voz baja tenía de tiempo en tiempo como el presentimiento de que vos podríais tomar la forma de mi oro; porque adondequiera que volviera la cabeza me parecía ver mi tesoro, y pensaba que me sentiría feliz si pudiera tocarlo y convencerme de que había vuelto. Pero esto no duró.
Lo primero que hizo el juez fue ordenar que se alejara a los indiscretos del cuarto mortuorio y de la sala, y cumplida esta orden, los gendarmes se colocaron en la puerta que comunicaba aquella sala con el otro saloncito, para impedir que la gente volviera.
Yo también estaba triste. Pero el corazón me está diciendo hace tiempo: «Tú volverás, tú volverás...». Y si una no volviera, ¿para qué es vivir? Vivir para que llegue un día así; lo demás es estarse muriendo siempre. Es tarde, y no quiero que te comprometas. Precaución, chica. No hagamos tonterías. Volviendo a acordarse de Feijoo, repitió ella: «Lo principal es no hacer tonterías».
Esta idea se refería sin duda al hombre que estaba cerca de ella, a su obstinada insistencia en la obra de destrucción, a la esperanza aun viviente de doblegarlo, de hacer que volviera a tener creencias, pues la Condesa proseguía, horrorizada: «¡Todavía el odio, la sangre, el fuego! ¡No, jamás; jamás será ese el camino!... ¿Cómo es posible que un alma amante hable así?
Entonces, cuando a la explosión mi mandíbula se descolgó bruscamente, y sentí un inmenso hormigueo en la cabeza; cuando el corazón tuvo dos o tres sobresaltos, y se detuvo paralizado; cuando en mi cerebro y en mis nervios y en mi sangre no hubo la más remota probabilidad de que la vida volviera a ellos, sentí que mi deuda con la cocaína estaba cumplida. ¡Me había matado, pero yo la había muerto a mi vez!
Con esto cobró, a su parecer, tanto ánimo, que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrás. Los compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor que podía, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas.
Palabra del Dia
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