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La region marítima de Cantabria, compuesta de las Asturias, la provincia de Santander y las vascongadas de Vizcaya y Guipuzcoa, comprendidas entre los Pirineos y el Atlántico, y con una poblacion de 1,056,500 almas.

Aquí no hay más que Vizcaya y su Señora santísima. Pregunte usted si quieren volver á las andadas, á muchos de los contratistas de Gallarta. Yo los he conocido de aduaneros carlistas, descalzos y muertos de hambre, y ahora van camino de millonarios. Vea usted á muchos dueños de las minas que en su juventud cogieron el fusil. Necuacuam, ninguno sueña remotamente con una nueva guerra.

¿Qué hemos de ser, don Luis? ¿No lo sabe usted?... Nacionalistas; bizkaitarras; partidarios de que el Señorío de Vizcaya vuelva á ser lo que fué, con sus fueros benditos y mucha religión, pero mucha. ¿Quiénes han traído á este país la mala peste de la libertad y todas sus impiedades?

Esto es el más hermoso balcón de Vizcaya. ¡Cuánto trabajo se abarca desde aquí! ¡Cuánta riqueza!... Luego, añadió en tono confidencial. Cuando veo lo mucho que ha prosperado nuestra tierra, comprendo que es imposible volver á nuevas aventuras.

Me contraeré un poco mas á las provincias vascongadas, porque no he visitado ninguna porcion de la de Navarra. Si Bilbao es una ciudad esencialmente comercial, y la provincia de Vizcaya es muy notable por sus minas de hierro, la masa total de las tres provincias es tan agrícola como fabricante.

Había en el calabozo un mozo tuerto, alto, abigotado, mohíno de cara, cargado de espaldas y de azotes en ellas. Traía más hierro que Vizcaya, dos pares de grillos y una cadena de portada. Llamábanle el Jayán. Decía que estaba por cosas de aire, y así, sospechaba yo si era por algunos fuelles, chirimías o abanicos, y decíale si era por algo de esto. Respondía que no, que eran cosas de atrás.

AZUCENA. no conoces esa historia, aunque nadie mejor que pudiera saberla. MANRIQUE. ¿Yo?... AZUCENA. Te separaste tan niño de mi lado ¡ingrato! Abandonaste a tu madre por seguir a un desconocido... MANRIQUE. A don Diego de Haro, señor de Vizcaya. AZUCENA. Pero que no te amaba tanto como yo. MANRIQUE. Mi objeto era el de haceros feliz.

Aresti, recordando los dos Alcides que con la porra en la mano, y al aire la soberbia musculatura dan guardia á los blasones de armas de la provincia, decía hablando de él: «Mi primo se ha escapado del escudo de Vizcaya». Era sobrio en palabras, como todos los hombres que tienen el pensamiento y la acción en continuo uso.

Y enfrente de este gran ejército manejado por el Padre Paulí, un candidato de una buena fe paradisíaca, que hacía discursos sobre la regeneración material de la nación y la política hidráulica, pidiendo canales y pantanos, como si á un país cual Vizcaya, en el que llueve todo el año, pudiera interesarle lo que sólo importaba á los maketos, en sus llanuras de Castilla secas, bajo un sol de África.

Unos aclamaban á la Revolución social; otros daban vivas á la República; algunos gritaban ¡viva España! ante las inscripciones en vascuence, viendo en estas loas á la Señora de Vizcaya un hipócrita insulto á la integridad nacional. Era una amalgama de todos los odios contra aquella Bilbao dominada por la Compañía de Jesús y formada á su imagen.