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Tenía orden el P. Lucas, como ya he insinuado, del P. Visitador de aquellas Reducciones Juan Bautista de Zea, de escoger un sitio cómodo en campaña abierta, en medio de aquellas Rancherías, de diferentes lenguas, para que en él se pudiesen juntar aquellos pueblos, y ser allí impuestos en la vida civil, é instruídos en la ley divina.

Al entrar en aquella casa y ver aquellos objetos deteriorados por el tiempo, bellos aún en su miseria, el visitador se sentía sobrecogido de estupor y veneración.

El Doctor Antonio Genovard, Beneficiado en la Catedral. El Reverendo P. M. F. Miguel Barceló, Ministro que fue en el Convento de la Santísima Trinidad, habiendo sido Visitador y Definidor de la Provincia de Aragón. El P. F. Francisco Bennasser, Lector de Teología, Franciscano. A Mariana Cortés y Moyá, Viuda de Augustín Cortés mayor. El Doctor Nadal Rotger, Beneficiado en Santa Eulalia.

Otras veces Azorín permanece largos ratos en una modorra plácida, vagamente, traído, llevado, mecido por ideas sin forma y sensaciones esfumadas. Cerca, en la casa de al lado, hay un taller de modistas, y a ratos estas simples mujeres cantan largas tonadas melancólicas, tal vez acompañadas por la guitarra de un visitador galante.

Y don José Antonio de Areche, del Consejo de Indias y caballero de la distinguida orden de Carlos III, no tardó en presentarse ante su rey, y disertar con él largo y tendido sobre los atrenzos del real tesoro. Y por consecuencia de la plática entre señor y vasallo, nos cayó como llovido por estos reinos del Perú, en 1777 y con el título de Visitador general, un culebrón de los finos.

Bien penetradas por el Visitador General, D. José Antonio de Areche, y el Mariscal de Campo, D. José del Valle, las calamitosas funestas consecuencias que podian esperarse de la crítica situacion en que se hallaba el reino, no malograron instante, y eligiendo por cuartel general la ciudad del Cuzco, dedicaron toda su atencion á buscar los medios para contener con prontitud los progresos y autoridad del rebelde, que cada dia se aumentaban extraordinariamente.

Por una parte, los salvajes de Chanchamayo acababan de incendiar y saquear varias poblaciones civilizadas; y por otra, el recargo de impuestos y los procedimientos tiránicos del visitador Areche habían producido serios disturbios, en los que muchos corregidores y alcabaleros fueron sacrificados a la cólera popular.

El P. Visitador hacía que no los entendía y quería pasar adelante, pero aconsejándose con sus compañeros, sospechó maquinaban alguna traición los Chiriguanás, y que con el pretesto de los Tuquís, querían encubrir sus tramas; pues fuera de ellos no había otros en el país que habían registrado bien los Chiquitos, por lo cual, so color de que las caballerías se habían cansado y que no podrían andar lo que les faltaba de camino, se dieron prisa á volver atrás para escapar de las uñas de aquellos bárbaros, que por sólo robarles las pobres cosillas que llevaban consigo, les querían hacer traición.

Dice, pues, el hermano Juan de Avila, compañero que fué del P. Visitador de esta provincia, Antonio Garriga y del P. Provincial Luis de la Roca, cuando como adelante diré, visitó aquellas Doctrinas sujeto de mucho juicio y capacidad en una carta que desde allí escribió: «Así como para fundar las Misiones del Paraguay padecieron increíbles trabajos aquellos primeros varones apostólicos, sacando á los indios de las selvas y entablando en ellos vida cristiana y política hasta ponerlos en el estado en que hoy día se mantienen, divididos en treinta Reducciones, así también no han sido menores los trabajos y sudores de estos primeros que han fundado la cristiandad de los Chiquitos.

En el mismo aciago año de los tres sietes nos envió la corte al consejero de Indias don José de Areche, con el título de superintendente y visitador general de la real Hacienda, y revestido de facultades omnímodas tales, que hacían casi irrisoria la autoridad del virrey. La verdadera misión del enviado regio era la de exprimir la naranja hasta dejarla sin jugo.