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El amante también estaba poco dispuesto al sueño; mas era porque el entusiasmo le hacía cosquillas en el epigastrio, atravesándole un bulto en el vértice de los pulmones, con lo que le pesaba el respirar, y además poníale candelas encendidas en el cerebro. Por más que él soplaba para apagarlas y poder dormirse, no lo podía conseguir. Su tía estaba con él un poco seria.

Abundaban en él las arrugas; los ojos tenían en su vértice un fruncimiento de cansancio; los aladares de su cabeza eran blancos, contrastándose con el vértice, que continuaba siendo negro. Las comisuras de la boca caían desalentadas bajo el bigote recortado, con una mueca que parecía revelar el debilitamiento de la voluntad.

Las caras tenían un tinte verdoso o sanguinolento; las narices estaban enrojecidas en su vértice.

Las nubes del poniente confusamente coloreaban el paso del sol; su luminoso disco se aproximaba á su ocaso, cuando un grito se escapó de todos los labios y una fuerte palpitación se experimentó en todos los pechos. Estábamos en el vértice. Teníamos la profunda sima del volcán bajo nuestros piés.

Las piernas, enjutas y al descubierto bajo unos pantalones arremangados, tenían la piel fresca y tirante de los miembros vigorosos. La blusa, abierta sobre el pecho, dejaba ver una pelambrera gris, del mismo color que su cabeza, cubierta con una gorra negra recuerdo de su último viaje a Liverpool , con una borla encarnada en el vértice y ancha cinta a cuadritos blancos y rojos.

En el vértice del pezón estaba el antiguo lugar de delicias; y el Orinoco, que endulzaba el mar, asombrando a los navegantes con su sábana inmensa, era uno de los cuatro ríos que descendían del Paraíso. Fernando y su amigo, que hablaban de estas fantasías del Almirante paseando por la cubierta, se detuvieron ante las ventanas del gran salón.

En el vértice del lago, á los dos lados de la islita sombreada por hermosos árboles en que se destaca la estatua de Rousseau, se escapa el Ródano en dos brazos bajo de un extenso puente de madera, produciendo un islote cubierto de casas y molinos, baños de natacion, etc., que reposan sobre estacadas.

Doble era la altura de la montaña; llegaba entonces su vértice á aquella región en que está tan enrarecida la atmósfera, que ni aun puedo sostenerse en ella el ala del águila.

Un enjambre de peces de fuego coleaba ante la proa, formando un triángulo con el vértice en el horizonte. La espuma de los promontorios era sonrosada, como si su blancura reflejase una erupción submarina. ¡Bòn día! gritaba el médico á Ulises, ocupado en calentar sus manos, ateridas por el viento.

En el mismo paso al N del arroyo, hay otra lomada bastante visible, desde cuyo vertice se descubre mucho. Al pasar el arroyo demarcamos al S 10 E, distante media legua, la Laguna de la Pila, en cuya orilla meridional hay una loma muy reparable. En la misma direccion est