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Actualizado: 22 de junio de 2025
El primer «paso largo» hacia la Fortuna lo dió Margarita Montansier en Versalles, hallándose de directora en la «Sala» de la calle Sator. Representábase aquella noche una obra de Fabart, titulada «Los Segadores», y el coro cantaba alegremente alrededor de una olla en la que humeaba una sopa de coles.
Ella, por su parte, hizo una excepción en favor de este joven argentino, abdicando su título desde la primera conversación. «Me llamo Berta», dijo dengosamente, como una duquesa de Versalles á un lindo abate sentado á sus pies. El marido también protestó al oir que Desnoyers le llamaba «consejero» como sus compatriotas: «Mis amigos me llaman capitán.
Pero lo que pasmó de admiración a los villamarinos fue una formidable muestra que cubría gran parte de la fachada de la casa barbería. En medio figuraba, pintado con arte maravilloso, un pie, que parecía un pie chinesco, de color amarillento, del cual brotaba un chorro de sangre, digno de rivalizar con las fuentes de Aranjuez y de Versalles.
Después de haber consentido y mimado de todas maneras durante el invierno a su ingrato ídolo, le tomó para el verano una linda quinta entre Meudon y Bellevue, cuya quinta tenía, entre otras ventajas, la de aproximarla a su amiga la señora de Aymaret, quien pasaba el estío de aquel año en Versalles.
Antes de que ella se hubiese sentado a su lado, Huberto comenzó con aire alegre: Estoy encantado; esta tarde he ensayado mi automóvil. Es una joya, usted verá; vuela y hace sus sesenta kilómetros por hora. ¡Mañana temprano vengo a buscarlas! Iremos a Versalles, almorzaremos en el camino.
Y apenas tres dedos de mi mano cabían en sus chinelitas. Llamábase Wladimira; nació al pie de Nid-ji-Nowgorod y fué educada por una vieja tía que admiraba a Rousseau, leía a Foblas, usaba cabellos empolvados, y parecía una basta litografía cosaca de una dama galante de Versalles...
Una hermosa cabellera rubia, que comenzaba a encanecer, la servía de diadema; la fisonomía era expresiva, casi picaresca; graciosa la boca, esbelto el talle y los pies chicos. Así debían ser aquellas damas de la corte de Versalles que compensaron la virtud que les faltó a fuerza de elegancia e ingenio.
Las mujeres le adoraban, y más de una noche, al salir del teatro y en medio de las sonrisitas envidiosas de sus compañeros, se vió en el dulce compromiso de subir á un coche que no era el suyo. Yo conocí á Lafontaine á fines de 1897, en Versalles. Era muy viejecito.
Lesperut. Anatomía de la vejez. Restaurant de la calle de Montesquieu. Elemento sajon. Elemento árabe. Restaurant de San Jacobo. Historia de un magnate francés. Pesares de Lesperut. Proyecto de visitar á Sevres y Versalles. Lo primero que hemos hecho al despertamos, ha sido hablar del viejo Lesperut. Su memoria nos preocupa extraordinariamente.
Es la una de la tarde; el brigadier Rotalde, otro amigo y yo, paseamos nuestros ávidos ojos por una gran sala del Louvre, denominada el salon de los Estados. La gran sala del palacio de Versalles, y la que ahora examinamos, son las dos piezas más espaciosas y magníficas que he visto. Tiene próximamente dos pisos de altura, sobre ochenta pasos de longitud, y veintiocho ó treinta de latitud.
Palabra del Dia
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