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Adviértelo en tu casa del modo menos estrepitoso que puedas, y hazme el favor de mandar que venga un cura para confesarme... y por si no tengo tiempo para advertírtelo después..., escúchame ahora unos instantes... A pesar de las sangrías espantosas hechas a mi bolsillo por tu madre, todavía os dejo una gran fortuna, como veréis por el testamento cerrado, cuya copia hallaréis en mi pupitre.

«Una pareja, una pareja de Orden Público» apuntaron varias voces de monjas. No... veréis... Si yo me basto y me sobro... indicó la Superiora, haciendo alarde de ser mujer para el caso . Lo que es conmigo no juega.

Pues no os saldrá, porque hay un Dios en el cielo... y porque estoy yo además sobre la tierra, que os he de dar todavía alguna guerra... ¡Vaya si os la daré!... ¡Ya veréis de lo que es capaz una pobre mujer!... No os reiréis, no... Ya veréis cómo me arreglo para echar una gotita de hiel en vuestro plato de crema, para que no os relamáis, ¡puercos!... Concluyó por sentirse mal.

Llevadme al lecho, que me parece que no estoy muy bueno, y tened por cierto que, ahora sea caballero andante o pastor por andar, no dejaré siempre de acudir a lo que hubiéredes menester, como lo veréis por la obra. Y las buenas hijas -que lo eran sin duda ama y sobrina- le llevaron a la cama, donde le dieron de comer y regalaron lo posible.

Escuchaban el primo y Sancho las palabras de don Quijote, que las decía como si con dolor inmenso las sacara de las entrañas. Suplicáronle les diese a entender lo que decía, y les dijese lo que en aquel infierno había visto. ¿Infierno le llamáis? -dijo don Quijote-; pues no le llaméis ansí, porque no lo merece, como luego veréis. Pidió que le diesen algo de comer, que traía grandísima hambre.

Asistid á un entierro y las lágrimas que allí veréis, son cual el de las antiguas plañideras: estas desempeñaban su papel por el dinero: la india rinde un tributo á la costumbre; vió que lloró su madre cuando murió su abuela, y ella llora cuando se muere su madre, sin que esto sea obstáculo para reir ó bailar á las dos horas de verificarse el entierro.

Es verdad; hay momentos en que... pero eso no debe ser... figuráos que yo soy la mujer más honrada y más respetable del mundo. Y qué, ¿no lo sois para ? Y tanto como lo soy; ya veréis. ¿Os habéis propuesto desesperarme? Me he propuesto que me améis. ¡Qué! ¿no os amo ya? No, ni yo os amo tampoco. ¡Cómo! exclamó con acento severo el joven, creyéndose objeto de la burla de una cortesana.

22 Por cuanto entristecisteis con mentira el corazón del justo, al cual yo no entristecí, y fortalecisteis las manos del impío, para que no se apartase de su mal camino, infundiéndole ánimo; 23 por tanto, no veréis vanidad, ni más adivinaréis adivinación; y libraré mi pueblo de vuestra mano; y sabréis que yo [soy] el SE

El caballo no habria creido moverse de su lugar, y el pobre animalillo se encontraria por la noche sumamente fatigado, como quien ha hecho una larguísima jornada; comparad ahora el movimiento del caballo con el de esos gigantes de la fábula que para escalar el cielo ponian una montaña sobre otra, y veréis que lo que para el caballo es una larga carrera no será mas para el gigante que un pequeño movimiento de piernas.

Aun mas: no le pongais delante un objeto determinado, y habladle en general de cosas demasiado altas, indicándole velozmente unas tras otras; veréis que con la rapidez del relámpago aplica siempre la idea general de un medio auxiliar.