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Actualizado: 6 de junio de 2025


Visítanla en la prisión la Verdad, el Consuelo y la Salud: los mensajeros, que envía á Dulcelirio, regresan trayendo respuestas evasivas; pero no tarda éste en presentarse, y disfrazado de monje la confiesa, convenciéndose así de su inocencia, por cuya razón la defiende, y vence á su calumniador.

Retíranse los convidados, y Julia se queda sola con su doncella Celia; confiésale la repentina pasión que se ha despertado en su pecho, pero se arrepiente de su precipitada promesa, y expresa su resolución de esforzarse en dominar su amor; pero éste es tan poderoso, que al fin la vence. Las dos escenas que siguen, son superfluas para el curso de la acción.

Todo Troya está en los muros, el padre mesándose con las dos manos la barba; la madre con los brazos tendidos, llorando y suplicando. Se para Héctor, y le habla a Aquiles antes de pelear, para que no se lleve su cuerpo muerto si lo vence. Aquiles quiere el cuerpo de Héctor, para quemarlo en los funerales de su amigo Patroclo. Pelean.

La diosa, por hacerle gusto y fiesta, La túnica y el velo deja aparte, Sus armas toma, y de la selva parte, Del yelmo y plumas y el arnés compuesta. Pasó por Grecia, y Palas vióla en Tebas, Y díjole: "Esta vez tendrá mi espada Vitoria igual de tu cobarde acero." Venus le respondió: "Cuando te atrevas, Verás cuánto mejor te vence armada La que desnuda te venció primero."

Congraciándose después todo el favor del emperador Federico III, es bastante afortunado para prestar servicios importantes á Margarita; pero mostrándose ésta todavía reservada y sin pasión hacia él, invoca en su ayuda el auxilio de la razón y del honor, y vence de esta manera las sugestiones de su amor. De una causa dos efectos.

En un día de tormenta ó inundación se vence la resistencia de éstas, se rompen las amarras y el coloso cae con estrépito, rompiendo las ramas de los árboles de la otra orilla; el árbol que cae, rompiendo sus ramas pequeñas, llega á descansar en la margen opuesta, convirtiéndose en un gracioso puente, sobre el cual se puede pasar sin temor. El acceso, no obstante, es algo difícil.

El rey de Túnez hace un desembarco en Sicilia para complacer á su amada, que desea un esclavo siciliano. Leónido vence á los moros que le atacan, pero se aviene con ellos, y al fin resuelve acompañarlos á Túnez, en donde reniega de la religión cristiana para poner el colmo á sus crímenes.

Un marido un poco calavera, algo donjuanesco, un poco embrollón en sus justificaciones, tiene para ellas una seducción misteriosa. Son imaginaciones perturbadas, una manera de ser que no se vence con la educación ni con ninguna pedagogía. Ya ves que para una de éstas no serías un modelo, aunque para lo eres, que es lo principal.

9 La ventura en la desgracia, de Lope de Vega Carpio. 10 San Mateo en Etiopía, del Dr. Felipe Godínez. 11 Mira al fin, de un ingenio de esta corte. 12 La corte del demonio, de Luis Vélez de Guevara. 1 El iris de las pendencias, de Gaspar de Avila. 2 La razón vence al poder, de D. Juan de Matos Fragoso. 3 El vaso y la piedra, de D. Fernando de Zárate. 4 Píramo y Tisbe, de D. Pedro Rosete.

Habrá quien diga que debí conocerle antes; ¿pero qué mujer joven puede conocer a un hombre en uno o dos años de noviazgo, por sólo conversaciones de palco o baile, con miradas en paseo y misa, con cartas donde la imaginación vence al juicio en ese periodo de la vida en que ella no se cuida sino de parecer bonita y él no piensa más que en ocultar defectos?

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