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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Entonces Velázquez, deponiendo las últimas migajas de orgullo que le quedaban, profirió con voz temblorosa: He pasado una noche y un día muy amargos, Soledad. Me parecía imposible que un cariño de toda la vida pudiera romperse en un minuto.
Poco serio y muy arriesgado es admitir cosas no demostradas plenamente en trabajos de esta índole y tratándose de hombres y obras tan importantes; pero en esta ocasión me inclino a creer que Rubens en sus diálogos con Velázquez le haría descripción de la extravagante pantomima flamenca y que, seducido aquél por el sabor picaresco, concebiría lo principal del asunto; completándolo y españolizándolo luego con lo que pudiera observar en las vendimias de Chinchón, Colmenar u otro pueblo cercano de Madrid, donde no habían de faltarle grupos de hampones y vagos que le sirvieran de modelo.
Indudablemente, lo que había dicho Soledad tenía muchos visos de verosimilitud. Velázquez, irritado por la osadía de su querida, era muy capaz de dejar que la maltratasen, si es que él mismo no se arrojaba á hacerlo. ¡Pobre Soledad! Aquel funesto amor la había enloquecido y sería la causa de su ruina completa.
V. m., q. s. m. b., DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ S.r Diego Valentín Díaz. Partidas de defunción de Velázquez y de doña Juana Pacheco, su muger. Partida.
Blasón glorioso, que me gozo poder decir por boca extranjera y así desapasionada de un grave Autor, que le heredaron los Mallorquines con la sangre Catalana de sus ascendientes, de quien lo celebra Diego Velázquez super flatutum Toletanum fol. 78, por estas palabras: Qua in re singulari laude digni sunt Catalani; qui praecligunt paupertate premi, quám antiquissima nobilitatem suam pecunionis coniugijs obscurare.
La que llevas en el bolsillo y que Soleá te ha dado hace un rato manifestó Velázquez con naturalidad. Se puso aún más pálido de lo que estaba. En un instante pasaron por su cerebro veinte respuestas evasivas; pero los ojos del majo estaban clavados sobre los suyos con una expresión tan resuelta y enconada que claramente vió el dilema: ó soltar la llave ó matarse. Optó por lo primero.
Al pronunciar estas palabras se alzó de la silla y alargando las manos cogió la cara de la joven para besarla; pero ésta se zafó de ellas con prontitud; volvió á tomarla Velázquez y de nuevo se arrancó con fuerte sacudida, levantándose y saliendo á la parte de afuera.
Desde el rompimiento de Soledad con Velázquez, en vez de acudir solícito á sitiar la plaza vacante, se había despegado un poco. Saludaba á la joven cuando la hallaba y hablaba con ella algunos ratos, pero no se le veía asiduo como antes.
El Papa, que por lo visto no pecaba de presuntuoso, quedó muy satisfecho, lo cual mostró regalando a Velázquez una soberbia cadena de oro, de la cual pendía una medalla con su efigie. Con lo que en alabancia de este retrato se ha escrito, podría llenarse un grueso tomo.
La una aceptó al instante los galanteos, por la misma razón que el otro se los dispensaba. Y con afectada libertad exhibieron sus relaciones por todas partes. Velázquez pensaba ya en proponerla que se fuera á vivir con él. Estaba en toda su fuerza el verano.
Palabra del Dia
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