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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Vamos, amigo Rocchio, no sea usted malo, que no es tan fiero como quiere hacerse; no es la primera vez que usted me concede plazos, y más largos todavía. Será en junio... ¡piense cómo está el mercado! ¡hasta Schlingen! Rocchio, siempre encrespado, refunfuñaba: Y su alhajita de primo, el joven Vargas, también me dará la castaña... No dijo Jacintito, no le he visto. Con que quedamos que en junio.

Deben, pues, desechar su pesadumbre aquellos seres pusilánimes que temen que llegue un día en que el salón-jardín de la calle de Vargas cese en el destino que hoy tan gloriosamente cumple.

El joven Vargas hizo un movimiento olímpico de desdén. Mira, Jacinto, lo que yo es que en estos casos hay que mostrarse hombres y tener muñeca y saber vivir; al gringo le emplazo, como , para junio, y al portugués... la letra vence el 22. ¿Crees que de aquí al 22 de junio no me habré alzado con una suma suficiente para saldar mi deuda y comprarme corbatas?

El Zapata le dió por respuesta lo mismo que había dicho en la tienda de Joan Pérez de Vargas. Viniendo todos juntos á persuadírselo, porfiándole que lo hiciese, respondió que nunca Dios quisiese quél acabase de perder lo que otros habían comenzado.

Usted, señor, que sabe tanto y que allá en su tierra es doctor indudablemente, o ese otro caballero que va con usted, tan buen mozo, tan distinguido y serio, y que también será doctor, cuando vean al rey díganle lo que nos pasa a los Vargas del Solar, los herederos del alférez. Usted verá al rey seguramente.

Ha impreso en Manila dos colecciones de poesías: Aromas de ensueño y Cadencias . Villaespesa es su poeta preferido: luego Darío, Núñez de Arce, Chocano y Vargas Vila. Artífice inmortal de la Poesía, incomparable y mágico rimero que tienes en las venas fuego ibero y en el pecho panales de ambrosía.

Al número de veintiocho llegaron las obras que Luís de Vargas dejó á la Basílica sevillana, sobresaliendo de entre todas el cuadro llamado de la Gamba en la capilla de la Concepción.

No, lo que es él no había de irse como vino, ¿qué iba a decir el pobre Quilito? Nunca lo creyera que Susana, tan buena, alimentara la misma inquina de sus padres contra los Vargas. ¡Oh! no exclamó la niña, ¡yo no, al contrario! Entonces, ¿por qué se resistía? ¡quién sabe si aquella carta no era el primer paso dado en el camino de la reconciliación! Susana quedó suspensa.

Pero Vargas insistía, daba detalles, recitaba el texto de los telegramas... D. Francisco estuvo largo rato aturdido, como el que recibe un canto en la cabeza.

El nobilísimo caserón de los Vargas, con sus ventrudas rejas y su escudo de piedra en el portal, sólo admitía las visitas de unos cuantos notables del país.

Palabra del Dia

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