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Actualizado: 6 de junio de 2025


Pero si no es D. Pedro de Vargas de quien estoy enamorada. ¿Pues de quién entonces? Pepita se levantó de su asiento; fue hacia la puerta; la abrió; miró para ver si alguien escuchaba desde fuera; la volvió a cerrar; se acercó luego al padre vicario, y toda acongojada, con voz trémula, con lágrimas en los ojos, dijo casi al oído del buen anciano: Estoy perdidamente enamorada de su hijo.

Allí millares de vidas humanas eran trituradas por Jehová para salvar un rito o expresar un precepto. Para Vargas Orozco los hombres eran comparables a vasijas de barro, las cuales no valen sino por lo que guardan, y que, una vez que se impregnan de una materia corrupta, conviene destruirlas y hacer otras nuevas.

Los famosos jardines parisienses de Mabille son muchos más espléndidos que los de la calle de Vargas; el lujo de las mujeres que en aquéllos bailan, quizá es más deslumbrante que el de las que asisten á éstos; pero ¡qué diferencia entre el efecto que en el ánimo produce la contemplación de uno y de otro cuadro!

En Sevilla nació Luís de Vargas hacia el año de 1506, siendo hijo de un pintor de escaso mérito llamado Juan de Vargas, cuyas obras son desconocidas.

Los que más se han señalado y extremado en el siglo presente por su reprobación de los toros han sido el ilustre don Gaspar Melchor de Jovellanos y el ingenioso poeta y marino don José Vargas Ponce, y recientemente D. Luis Vidart y el marqués de San Carlos. Contra todos ellos combate valerosamente el conde de las Navas, y logra, en mi sentir, completa victoria.

El padre y el hijo se dieron un abrazo muy apretado y muy prolongado. Al mes justo de esta conversación y de esta lectura, se celebraron las bodas de D. Luis de Vargas y de Pepita Jiménez. El padre vicario tuvo, pues, el gusto de casarla con D. Luis. La novia, muy bien engalanada, pareció hermosísima a todos, y digna de trocarse por el cilicio y las disciplinas.

En el Ministerio, habíale recomendado el jefe que no faltara. Vargas, que no deje usted de venir. Vargas, que ya sabe usted que a S. E. le complace que vengan todos los empleados. Prometió ir, pero no fué.

En lo que se refiere a lo externo del arte, medios de expresión, procedimiento, condiciones personales, nuestros tratadistas y pintores siguen influidos por el saber de los extranjeros: unos, como Luis de Vargas, imitan a Rafael; otros, como Pantoja, siguen a Antonio Moro: el Greco, aunque permaneció aquí tantos años, no renegó de su culto a Venecia.

La joven desabrochó su corpiño, la hizo aire con el abanico. Y misia Gregoria desmayó su cabeza sobre el seno de su hija, bajo el cual se abrigaba la traidora carta del odiado vástago de los Vargas.

Refiriéndose a ese árbol genealógico, el primer almirante fué don Manuel de Castilla, el segundo don Cristóbal de Castilla Espinosa y Lugo, al cual sucedió su hijo don Gabriel de Castilla Vázquez de Vargas, siendo el cuarto y último don Juan de Castilla y González, cuya descendencia se pierde en la rama femenina.

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