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Actualizado: 3 de junio de 2025


El domador quedó también gravemente herido. Dos mujeres fueron recogidas con contusiones de importancia, una de ellas, una vieja de un caserío lejano que hacía diez años que no había estado en Urbia, la otra, la madre de Martín, que además de las magulladuras y golpes, presentaba una herida en el cuello, ocasionada, según dijo el médico, por un trozo del barrote de la jaula, desprendido al choque de la bala disparada por una persona desconocida.

Si no le hubiese retenido el pensamiento de encontrar a Catalina, se hubiera ido a América. Llevaba ya más de un año sin saber nada de su novia; en Urbia se ignoraba su paradero, se decía que doña Águeda había muerto, pero no se hallaba confirmada la noticia.

A la entrada del pueblo nuevo, en la carretera, y por lo tanto, fuera de las murallas, estaba la casa más antigua y linajuda de Urbia: la casa de Ohando.

Dieron los hombres la última mano al circo, y el domingo, en el momento en que la gente salía de vísperas, se presentó el domador seguido del viejo en la plaza de Urbia, delante de la iglesia. Ante el pueblo congregado, el domador comenzó a soplar en un cuerno de caza y su ayudante redobló en el tambor.

Creo le dijo que actualmente soy el hombre de más influencia de España. ¿Qué quiere usted ser? ¿No tiene usted ambiciones? Actualmente soy casi rico; mi mujer lo es también... ¿De dónde es usted? De Urbia. ¿Quiere usted que le nombremos alcalde de allá? Martín reflexionó. , eso me gusta dijo. Pues cuente usted con ello. Mañana por la mañana hay que estar aquí. ¿Van a ir tropas por Zugarramurdi?

Antes de llegar a Urbia, a un lado y a otro, se veían casas de campo derrumbadas, fachadas con las ventanas tapiadas y rellenas de paja, árboles con las ramas rotas, zanjas y parapetos por todas partes. Martín entró en Urbia. La casa de Catalina estaba destrozada; con los techos atravesados por las granadas, las puertas y ventanas cerradas herméticamente.

Linda, la que estuvo en Urbia cuando fué el domador, y murió tu madre. ¿No te acuerdas? ¿Usted es Linda? ¡Oh, no me hables de usted! , yo soy Linda. He sabido como habías venido a Logroño y he mandado que te buscaran. ¿De manera que eres aquella chiquilla que jugaba con el oso? La misma. ¿Y me has conocido? . Yo no te hubiera conocido. Habla, cuenta de tu vida.

El caserío donde habitaban los Zalacaín pertenecía a la familia de Ohando, familia la más antigua aristocrática y rica de Urbia. Vivía la madre de Martín casi de la misericordia de los Ohandos.

Martín dijo que él era de Urbia, así como su mujer, y contó sus aventuras desde el tiempo en que había dejado de ver al extranjero. Comieron juntos y por la tarde se despidieron. Todavía creo que nos volveremos a ver dijo el extranjero. Quién sabe. Es muy posible.

Palabra del Dia

rigoleto

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