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Al sonar las campanadas de las doce, Labarta, que no admitía informalidades en asuntos de mesa, se impacientaba, cortando el relato de sus viajes y triunfos. ¡Doña Pepa! Aquí tenemos al convidado. Doña Pepa era el ama de llaves, la compañera del grande hombre, que llevaba quince años atada al carro de su gloria.

»¡Oh! no, la última no dije, cruzando las manos. Concédeme hasta la noche, doce horas siquiera, un día entero, y que mis hazañas, mis triunfos, mi reputación militar, se borren para siempre de la memoria de los hombres; que no quede nada de sobre la tierra... Un día, Yago, te lo ruego.

Pero a cambio de estos triunfos experimentó el buen capellán horribles desengaños. Muchas veces las bellas pecadoras se mostraban arrepentidas, le sacaban todos los cuartos que podían y concluían riéndose de él y contando el chasco por la villa. Pero no desmayaba en su obra. Estaba a prueba de risas y fracasos. Algunas que comenzaron engañándole, habían terminado arrepintiéndose sinceramente.

Seguro estoy de que en los venideros tiempos, para formar un trasunto de su vida, tendrán que juntar la piedad de David con la sabiduría de Salomón, los triunfos de Alejandro con la prudencia de Marco Aurelio.

No te envidio el poder ni la grandeza, ni el nombre que á grabar vas en la historia, ni el ardiente placer de la victoria, ni el laurel con que ciñes tu cabeza; no te envidio el placer, ni la riqueza, ni las horas de triunfos y de gloria, que eternas deben ser en tu memoria si han de aliviar tus horas de tristeza.

Los periódicos españoles hablan poco de las cosas de fuera de casa, y sólo dos veces encontró en ellos el nombre de guerra de Leonora, al dar cuenta de sus triunfos artísticos. Había cantado en París, como una artista francesa, asombrando la pureza de su acento; había estrenado en Roma una ópera de un joven maestro, preparada por el reclamo editorial como un gran acontecimiento.

Cuando se vio en el carruaje, calle de Alcalá abajo, saludado por la muchedumbre que no había presenciado la corrida, pero estaba ya enterada de sus triunfos, una sonrisa de orgullo, de satisfacción en las propias fuerzas, iluminó su rostro sudoroso, en el que perduraba la palidez de la emoción.

Lubimoff hasta tiene la sospecha de que uno de sus duelos fué por esta patrona de casa de huéspedes. Los restos de su fortuna le proporcionan una renta para vivir en modesto bienestar. Será uno más entre los náufragos que se retiran á la Costa Azul para acordarse, bajo las palmeras, de sus triunfos olvidados. Su viejo ayuda de cámara le acompañará en este destronamiento.

Serra está ilustrada por un erudito estudio, donde se dan muy curiosas noticias sobre los triunfos y la influencia que Gracián ha alcanzado como filósofo en Alemania. Dicho estudio, escrito en castellano con corrección y elegancia, se debe a la pluma del Sr.

Mas su verdadera satisfacción fue a la mañana siguiente, cuando en la sección de espectáculos de un periódico leyó que la señorita Moreruela era de agraciada figura y tenía brillantes disposiciones, y estaba llamada a conquistar grandes triunfos en el difícil arte a que se dedicaba.