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Actualizado: 30 de abril de 2025
Pero saltaba sobre los lugares pantanosos, se introducía por entre el frondoso ramaje, trepaba cuando encontraba cuestas que subir, ó descendía á las hondonadas; en una palabra, venció todas las dificultades que se le presentaron en el camino, con una actividad infatigable que á él mismo le sorprendía.
Iba a Madrid a solicitar una colocación inútilmente, a «dar sablazos», a mendigar de todas las personas conocidas. Ya no era el lobo que descendía de la cumbre en busca de alimento; era el pobre roedor, tímido y anonadado, que trepaba lentamente desde el fondo de su madriguera a las alturas de la gran población, esperando una migaja del banquete de los fuertes.
Ah-Fe trepaba por la larga colina de la calle de California, barrida por el viento; no se sentía la temperatura ni se distinguía el color en la tierra ni en el cielo; ni luz al exterior ni sombra por el interior de los edificios, sólo sí un tinte gris, monótono, universal, que se cernía por todas partes.
Trepabá por todas partes con la agilidad de un muchacho dé quince años, sin fatigarse nunca, embozado en su capa é impasible. El clero y los militares era su pesadilla permanente; la república su idea fija.
Había allí cierto rinconcito junto a la ventana... maderajes esculpidos... A fuera, la yedra trepaba... y el sol brillaba a través del follaje verde... Muy atrayente... Sobre la mesa, un ovillo de lana en una concha de marfil; a un lado, un diario ilustrado y un pedazo de torta cercenada... Muy atrayente, les digo... Nos sentamos, pues, y una criada trajo cigarros.
Próximamente una hora después de haber salido de la aldea de Charmes, Hullin trepaba por la cumbre del monte y llegaba al pie del peñón de los Madroños. Alrededor de aquella masa granítica se extiende una especie de terraplén de tres a cuatro pies de ancho.
Me sentía a mi gusto en la litera elástica y flexible, entre los cascos de mis caballos predilectos, que nunca me hacían daño; o bien me trepaba al pesebre donde permanecía horas enteras mirándome en los ojos pardos de mis queridos amigos. Pero el nicho del perro era el lugar donde mejor me hallaba.
Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.
D. Salvador silbaba, cantaba vidalitas, pero se aburría, porque D. Salvador era hombre social y le gustaba en extremo echar su párrafo. A eso de las 8 de la mañana, le pareció distinguir bastante lejos, como a una legua larga, a un viajero que, montado como él en una mula, trepaba una cuesta.
Por el muro exterior trepaba un frondoso jazmín a la sazón en plena florescencia y cuyas ramas penetrando algunas veces en la estancia embalsamaban el ambiente con el fragante aroma de sus flores. Magdalena, como todo temperamento nervioso, adoraba las flores y sus perfumes, que por cierto le eran muy perjudiciales, y pidió que le diesen su jazmín acostumbrado.
Palabra del Dia
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