Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 20 de septiembre de 2025


Y más agradecida ha quedado a Isabelita, que por el mismo motivo se sacrifica también, a pesar de lo enamorada que está de D. Ambrosio. No he de negar yo, mi querido maestro, que la tramoya de que se ha valido la chacha Ramoncica tiene mucho de censurable; pero tiene una ventaja grandísima.

Porque no era el traspunte vulgar que con cinco minutos de antelación recorre los cuartos de los actores gritando: «Don José; va V. a salir Señorita Clotilde; cuando V. guste». Ni por pienso: Antoñico tenía en su cabeza todos los pormenores indispensables para el buen orden de la representación; dirigía la tramoya con una precisión admirable, daba oportunos consejos al mueblista, hacía bajar el telón sin retrasarse ni adelantarse jamás; cuando había necesidad de sonar cascabeles para imitar el ruido de un coche, él los sonaba; si de tocar un pito, él lo tocaba, y hasta redoblaba el tambor con asombrosa destreza apagando el ruido para hacer creer al espectador que la tropa se iba alejando.

Belarmino, después de saber que el filósofo hablaría ante señoras, ya no tenía interés ninguno en oírle. Pero se dejó llevar, con resignada indiferencia. Toda la tramoya había estado tan hábilmente desarrollada, que Belarmino, a pesar de su sagacidad instintiva, no sospechaba ser víctima de un engaño.

Pues ahí van mil, contestó el bendito señor, dándole un cartucho de monedas que ya llevaba preparado al efecto; pero es preciso que ahora mismo desaloje usted el local, y sin perder un solo minuto salga con su gente de SantanderEl comediante vió el cielo abierto, hizo lo que deseaba el Intendente, y, sin salir éste de la bodega, se desarmó la tramoya, se cargaron las caballerías, montaron los comediantes ... y nadie volvió á acordarse de ellos. ¿Pero usted cree que cuando el Intendente, lleno de júbilo, entró por la noche en la tertulia, hallábamos medio de hacerle tomar la parte que nos correspondía de los mil reales? ¡Que si quieres!

Cada cual tenía sus cuentecitas pendientes con el abominable acreedor, y era de los que don Raimundo perseguía, la zarpa en el aire, a la hora de la batida diaria; el abogadillo aquel, aspirante a diputado, que perseguía el nombramiento, como si se tratara del más menguado empleo del Gobierno, escurría el bulto, cual figura de tramoya, y con él, Quilito, que más que nadie, tenía por qué ocultarse.

Desconfío de tus palabras, desconfío de tus acciones, desconfío de nuestro parentesco, que bien puede ser tramoya inventada por ti, desconfío de tus arrepentimientos, y como ha de serte más difícil ganar mi voluntad que ganar el cielo, será bien que me dejes en paz y que no vengas acá con hermanazgos ni embajadas sentimentales, porque otra vez no tendré la santísima paciencia que ahora he tenido: ya me conoces, ya sabes mi genial.

Palabra del Dia

embaucando

Otros Mirando