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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Nadie se libra al fin del contagio. Y cuando se trabaja de diez años consecutivos para inocularlo, no resisten al fin ni los ya vacunados. ¡No os riáis, pues, pueblos hispanoamericanos al ver tanta degradación! ¡Mirad que sois españoles, y la inquisición educó así a la España! Esta enfermedad la traemos en la sangre. ¡Cuidado, pues! Volvamos a tomar el hilo de los hechos.
Pero de lo que más me admiro es que debajo de nosotros hay otras gentes, a quien llaman antípodas, sobre cuyas cabezas, los que andamos acá arriba, traemos puestos los pies, cosa que me parece imposible; que, para tan gran carga como la nuestra, fuera menester que tuvieran ellos las cabezas de bronce.
Mire que yo vengo confesado desde Bayona, y de allá aquí, maldito si tuvimos ocasión de pecar, ni aun venialmente, mi compañero y yo, como no sea pecado viajar por estas tierras. Calle dijo el padre, y mejor para su alma. En nombre del Padre, y del Hijo... ¡Ay Dios mío! exclamó el viajero, erizados los cabellos, que han creído en este pueblo que traemos los malos y nos conjuran.
Traemos estudiadas dos églogas, una del famoso poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoes, en su misma lengua portuguesa, las cuales hasta agora no hemos representado.
No sé por qué decís eso, amigo Velludo, si no es porque aquí hay un olor á muerto que vuelca. Yo creo que traéis ese olor metido en las narices, amigo Saltillo. Pronto hemos de ver si está ese olor aquí, ó si le traemos nosotros. ¿Está don Bernardino? Impaciente. Pues aún no han dado las doce. Es que el reloj de la honra adelanta siempre. Pues adelante. Adelante.
Gener afirma, haciendo hablar al mismo Padre Eterno, que éste no es providente y que la verdadera providencia es la del hombre, Nietzsche tiene razón, y no la tiene el Sr. Gener al aconsejar al hombre que se divierta y no se afane porque el super-hombre aparezca. ¿Cómo ha de aparecer, si nosotros que somos la providencia no le traemos? El dios del Sr.
Pues sí, señor; traemos orden de detenerle y de entregar a su padre la joven que se ha escapado con usted. Bien; estoy a su disposición. Y dirigiéndose a Rosa, que sollozaba perdidamente en brazos de Máxima, le dijo en tono afectuoso: No tengas cuidado, Rosita; nos volveremos a ver pronto. Los guardias hablaron un instante con Tomás para indicarle, sin duda, que podía disponer de su hija.
Y á veces mejores que nosotros repitió la condesa, por cuyos ojos pasó una nube que apagó un instante su brillo. Salieron del establo cuando venían hacía él algunas mujeres con cargas de hierba en la cabeza. ¿Vais á meter la hierba en el pajar? les preguntó. Sí, señora; la que traemos ya está seca. ¿Queréis que os ayude? Todas se echaron á reir.
Me entró un gran abatimiento, y pensé en pedir a cualquier desconocido un puesto en su carruaje, pues no había ninguno por alquilar, cuando se acercó a mí la tía pescueza, que tanto había desdeñado. ¿Te vienes con nosotras? Matilde y yo traemos una berlina; pero cabemos los tres si te avienes a ir en la bigotera. Vi el cielo abierto. Con tanto júbilo acepté, que la prójima me miró con curiosidad.
Traemos, y no es burla, á la bonanza, Que estaba descuidada oyendo atenta Los discursos de un cierto Sancho Panza. En esto sosegose la tormenta, Volvió tranquilo el mar, serenó el cielo, Que al regañon el zéfiro le ahuyenta. Volvi la vista, y vi en ligero vuelo Una nube romper el aire claro De la color del condensado yelo. O marabilla nueva! ó caso raro!
Palabra del Dia
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