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Actualizado: 11 de junio de 2025
Segun el cuadro precedente se puede determinar fácilmente los casos de espasmos epileptiformes ó efémeros, las neuralgias, las palpitaciones, los accesos de opresion, las toses convulsivas, sobre todo nocturnas, las hemorragias y las hemorróides, las dispepsias, la ictericia y las gastropatías que el ambar gris debe curar.
La manzanilla solo juega en el tratamiento de las afecciones de los órganos torácicos, á título de paliativo, de una irritabilidad y de una astenia nerviosa característica; por ejemplo en ciertas coqueluches y toses por irritacion.
Mientras los niños jugaban con su madre en el campo, como pequeños salvajes, el enfermo tosía recluido en su dormitorio, detrás de los cristales, o se asomaba a la puerta buscando un rayo de sol. Por las noches, a altas horas, era la visita de la musa, enfermiza y melancólica, y sentado al piano improvisaba entre toses y gemidos su música, de una voluptuosidad amarga.
Junto a ella había una silla vacía, y cuando faltaba ésta, el solicitante poníase en cuclillas, a uso moruno, hablando a la muchacha en voz baja durante tres minutos, bajo la mirada hostil de sus adversarios. La menor prolongación de este breve plazo provocaba toses, furiosas miradas y reclamaciones amenazadoras a media voz. Se retiraba el atlot, y otro al puesto.
Todos los dias tratamos toses, diarreas, neuroses, congestiones y fiebres, con medicamentos apropiados á las causas, con mas principalidad que á sus síntomas aparentes, como sucede por ejemplo en las emociones morales, en el enfriamiento, en la insolacion, en la cólera, nostalgia, etc.
Juanito desempeñaba bien su papel: á veces movía la cabeza en señal de disgusto y entonces se oían toses, murmullos en algunas partes; á veces sonreía, aprobaba y un segundo despues resonaban aplausos. Doña Victorina estaba encantada y hasta concibió vagos deseos de casarse con el joven el día que don Tiburcio se muriera. ¡Juanito sabía francés y de Espadaña no! ¡Y empezó á hacerle zalamerías!
Y la verdad es, que en aquella ocasión se cebó de lo lindo; toses, risas, estornudos, patadas, silbidos; de todo hubo. A nuestra pobre amiga se le saltaron las lágrimas y estuvo a punto de desmayarse. Cuando bajó el telón buscó con la vista a su amante, pero había desaparecido.
A su aparición estalló una salva de toses y estornudos y gritos y aullidos. El indiano alzó la cabeza y paseó su mirada atónita por aquella muchedumbre descompuesta que le sonreía, sin comprender la razón. Tardó poco, sin embargo, en darse cuenta de que era víctima de un bromazo. Sus ojos se clavaron entonces feroces en el concurso, y exclamó con un desprecio que nada tenía de fingido: ¡Méndigos!
Ningún hombre aparecía a la vista; en el fondo, tras la sencilla cortina de rojo terciopelo, con las armas de Butrón bordadas en el centro, que cerraba la emboscadura del teatro, adivinábase, sin embargo, algo masculino, algún espíritu no santo que tosía y estornudaba como el resto de los mortales, porque dos toses y un estornudo, habían llegado al oído avizor de la señora de Barajas, que estaba allí cerca; tocó con el codo a su hermana, diciéndole muy bajo: «Aquí hay duendes»; y la otra, sin volver la cabeza, contestó muy seria: Robinsón y su negro Domingo, que se habrán constipado en la isla desierta.
Eran todas las mañanas los primeros ocupantes del templo. Este encuentro diario establecía en ellos cierta fraternidad, y entre carraspeos y toses se lamentaban del frío de la mañana y de lo tardo que era el campanero en bajar a la iglesia.
Palabra del Dia
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