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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Lo repitió mentalmente varias veces: nada le importaba. No eran amantes ni existía entre ellos un afecto profundo. ¡Pero el hijo!... Se acordó de la escena de la mañana, con sus gemidos y sus lágrimas. Y la madre estaba allí, entregada por completo á la voluptuosidad del azar, insensible á todo lo que no fuese su torpe afición.
No tenéis razón para llamarme torpe, porque es incomprensible el objeto de Quevedo. Lo que á ti te falta de ingenio, le sobra á Quevedo, Lerma. Pero en esta ocasión... Dime: ¿no es tu querida Dorotea? Sí. Aún no me comprendes. Será necesario llegar al fin. Dime: ¿no harás tú cualquier locura por evitar que Dorotea te humillase despidiéndote? Según, según. No hay según. Tú eres todo soberbia.
Quien se haya ocupado en la enseñanza habrá podido observar la diferencia que acabo de señalar. Vista una circunferencia y la manera de trazarla con el compas, el alumno mas torpe la reconoce donde quiera que se le presente, y la describe sin equivocarse.
No voy a perder mucho tiempo en contar idilios de juventud, porque tengo la mano torpe y el corazón duro ya para narrar la historia vieja de los primeros afectos. Pero es que Valentina era muy linda cuando tenía dieciséis años, y debe serlo todavía a pesar de los treinta que ha de haber cumplido.
Vamos a ver, mi prudente amiga, un poco de calma; no perdamos la cabeza sin ton ni son. El señor de Candore ha estado... torpe, por no decir más; ya ve usted si soy indulgente. Si se ha puesto en el caso de avergonzarse delante de usted y delante de Carlos, peor para él; será un castigo merecido. No es eso sólo, aunque sea en extremo penoso; pero temo... ¿Qué? Todo. Carlos está celoso...
El decoroso fausto del señor de la Lage; sus bandejas y candelabros de plata; su mueblaje rico y antiguo; la respetabilidad de sus relaciones, compuestas de lo más selecto de la ciudad; su honesta tertulia nocturna de canónigos y personas formales que venían a hacerle la partida de tresillo; sus criados respetuosos, a veces descuidados, pero nunca insolentes ni entrometidos, todo se le figuraba a don Pedro sátira viviente del desarreglo de los Pazos, de aquella vida torpe, de las comidas sin mantel, de las ventanas sin vidrios, de la familiaridad con mozas y gañanes.
Esto es lo que yo niego. Puedo ver y veo nuestra decadencia; puedo recelar y prever nuestra ruina; pero no creo llano y fácil explicar la causa. Fuera de España, en América y en Europa, hasta donde yo he podido experimentar, no he visto que la gente del pueblo sea menos torpe, ni menos floja, ni menos ruda que en España.
MANRIQUE. Sí; tu amante que te adora más que nunca feliz. LEONOR. ¡Calla!... MANRIQUE. No temas; todo en silencio está como el sepulcro. LEONOR. ¡Ay! Ojalá que en él feliz durmiera antes que delincuente profanara, torpe esposa de Dios, su santo velo. MANRIQUE. ¡Su esposa tú!... Jamás. LEONOR. Yo desdichada, Yo no ofendiera con mi llanto al cielo.
Lo único que vio y apreció en Rosa fue la forma, o por aproximarnos más a la verdad, la carne. No era apto para sentir ni aun comprender otras pasiones más subidas. Pareciole, así que la vio, un bocado apetitoso. Al cabo de algunos días de vivir cerca y contemplarla largamente en todas las posturas, concibió por ella una torpe y desenfrenada afición.
Fué la primera situación difícil en que se encontró después de casado don Juan; creía profanar el nombre de su esposa y tartamudeó algunas palabras en una torpe excusa; Dorotea vió lo que pasaba en el alma de don Juan.
Palabra del Dia
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