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Iba de luto, lo mismo que la había visto junto á la iglesia; pero caminaba con menos resolución, encogida y temerosa al verse en este sitio ocupado poco antes por casi todos los vecinos de la ciudad. Hablaban mientras descendían con lento paso. Abstraídos en contemplar el mar, no torcieron su vista hacia el sitio en que permanecía inmóvil Lubimoff.

Le pesó a Nucha, porque las señoritas, que habían estado en los Pazos a verla, le agradaban, y eran los únicos rostros juveniles, las únicas personas en quienes encontraba reminiscencias de la cháchara alegre y del fresco pico de sus hermanas, a las cuales no podía olvidar. Dejaron un recado de atención a cargo de la mocetona y torcieron monte arriba, camino del Pazo de Limioso.

El, con los ojos puestos en ella, espiaba su rostro, esperando la caída de una mirada, de un monosílabo de aceptación. Alicia temía encontrarse con estos ojos implorantes, y entornaba los suyos. Di que murmuró Lubimoff , di que quieres. Por algo nos hemos encontrado; por algo viniste á buscarme. Vamos á rehacer unas vidas que se torcieron por nuestra vanidad y nuestro orgullo.

Y para huir de la tristeza que les habían infundido estas palabras, torcieron el curso de la conversación, hablando de la fiesta que don Pablo había organizado en Marchamalo para dentro de unas horas. Los viñadores, que todos los sábados marchaban a Jerez al caer la tarde para ver a sus familias, estaban durmiendo cerca de allí.

Al principio vi en Clara el objeto de una aventura; y á pesar de que me inspiraba mucha lástima y un verdadero interés, no podía menos de proceder con cierta ligereza en la formación de mis planes. No lo negaré: yo no pretendo desfigurar los hechos; esta confesión es igual á la que haría un moribundo ante un sacerdote. Pero ó las circunstancias ó ella torcieron mi plan primitivo.

Había llegado al anochecer con su marido, y «a las ancas». Así fueron a casa de Neluco; halláronla cerrada, y siguieron a la de don Pedro Nolasco; díjoles la mozona que servía en ella lo que pasaba, y torcieron hacia la casona, sin lástima alguna del pobre rocín que ya se quebrantaba por el lomo y estuvo a pique de gastar el último resuello al subir el pedregal.