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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
La vida es enteramente distinta que en el Brasil: el clima, las costumbres, la lengua, todo es diferente. La sociedad es fácil y agradable: en Buenos-Aires, cuyo clima es delicioso, se cuentan algunos buenos edificios, cafés, hoteles, tiendas elegantes, muchos casinos, donde se reune una buena sociedad, excelentes paseos, dos teatros, hermosas mujeres.
Unos vivían en Tetuán, dedicados a la busca; los de la otra rama, más acomodada y feliz, hacía años que se habían trasladado al Rastro, y tenían tiendas en las Américas.
16 y olvidarás tu trabajo, y te acordarás de él como de aguas que pasaron; 18 y confiarás, que habrá esperanza; y cavarás, y dormirás seguro; 1 Y respondió Job, y dijo: 6 Las tiendas de los ladrones están en paz; y los que provocan a Dios, y los que traen dioses en sus manos viven seguros.
Era hermano de un vecino nuestro en la Cava de San Miguel. Primeramente tuvo un cajón de casquería en la plaza, y después puso tienda de quincalla iba a todas las ferias con un sin fin de arcas llenas de baratijas, y armaba tiendas. Le llamaban Juárez el negro por tener la color muy morena. Viéndome tan mal, me ofreció el oro y el moro, y que iba a hacer y a acontecer.
El obrero sevillano, como he dicho, tiene muchas disposiciones artísticas y es hábil en la fabricacion de una multitud de artefactos curiosos. La sola inspeccion de las tiendas de Sevilla es bastante para interesar al viajero.
No pudiéndose transportar los moluscos a bordo, pues tenían que estar algún tiempo al aire libre para que se secaran antes de amontonarlos en el sollado, se armaron tiendas en la playa para refugio de los hombres de guardia.
Y aquella vida galante de la corte le producía cierto deslumbramiento como los fulgores de un sueño feliz. Cuando había estado en Madrid, su cualidad de provinciana rica, no le había consentido gozar más que de los teatros, de los paseos en coche por la Castellana, de las tiendas y las calles. De la corte, de sus saraos y regocijos, había permanecido tan distante como en Sarrió.
Al verle de aquel modo y a Cecilia tan sosegada e indiferente, cualquiera trocara los papeles que ambos habían hecho en aquel triste episodio de amor. Las lenguas, en tanto, allá afuera, en las calles, en las tiendas, en las casas y en los paseos, no se daban punto de parada. El acontecimiento había causado profunda sensación en la villa.
Serían entre cuatro y cinco de la tarde, cuando se llegó al brasero: donde se vieron juntas pasadas de treinta mil almas; habiendo concurrido de todo el Reino muchos de la payesía a la extrañeza de la función. Estaba aquel dilatado espacio, ocupado todo de muchas tiendas, tablados, coches, calesones, carros, que por entre la gente hicieran una alegre perspectiva a no ser tan funesta la función.
Misia Gregoria la daba a arreglar los vestidos que la modista no había conseguido sacar a su gusto. Y todavía tenía tiempo para repasar sus lecciones de idiomas, y acompañar a su hermana al paseo, o a tiendas, o a visitas, y también a su madre. Ella se complacía en ser útil, en servir; no tenía más ambición que agradar a todos. Por lo cual, todos la adoraban.
Palabra del Dia
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