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Elena es agradable y las circunstancias singulares en que se me apareció fueron conmovedoras y de una fúnebre poesía. Pero, ya te lo he dicho, mi elección está hecha. ¿Crees que tengo un corazón con cajones numerados en el que colecciono las ternuras? Dices que desconfías de las aventuras novelescas y galantes y de los amores que hieren como un rayo.

Pero ¿qué te hago yo que explique esas durezas tuyas de carácter, para que vengo a ti como viene el sediento a un vaso de ternuras? Más cariño no puedes desear. Pensar, yo pienso en todo lo más difícil y atrevido; pero querer, Lucía, yo no quiero más que a ti. Yo he vivido poco; pero tengo miedo de vivir y lo que es, porque veo a los vivos.

Su misticismo, bien estudiado, con la nueva luz que acababa de adquirir, se le antojó que no había tenido ser ni consistencia; que había sido un producto artificial y vano de sus lecturas, de su petulancia de muchacho y de sus ternuras sin objeto de colegial inocente.

Santo nido hecho de flores y fragancias maternales de caricias, de ternuras y sedientas calenturas Por el bien de los mortales! ¡Corazón que guarda dentro el calor de las canciones que palpitan en los tristes corazones, que es altar, estuche, y centro de noblezas olvidadas y de hidalgas compasiones! ¡Ruiseñor enamorado de los cánticos del arte! ¡Corazón!

El origen de esto habrá que buscarlo quizá en ternuras domésticas o en hábitos de servidumbre que trascienden sin saber cómo a la vida social. En algunas personas, puede relacionarse el diminutivo con el sino. Hay efectivamente Manueles que nacieron predestinados para ser Manolos toda su vida.

Mucho se esforzaba en olvidarla, pero no podía disimularse que aún sentía una tierna inclinación hacia esa mujer, cuyo sabroso encanto y cuyo espíritu lleno de alegres ternuras habían por un momento hecho latir su corazón de cincuentenario.

Su maldad era todavía una forma especial del valor pueril, de esa arrogancia tonta que consiste en querer ser el primero. El estado casi salvaje en que aquella arrogancia crecía, trájole a tal extremo. De esta manera, un muñeco abandonado a sus instintos llega a probar el licor amargo de la maldad y a saborearlo con infernal delicia. A Pecado se le conquistaba fácilmente con hábiles ternuras.

Voy a trabajar por el pequeño, y en nombre de mis sacrosantas ternuras de padre de familia, reventaré si me es posible a otros padres de familia que se me pongan por delante, dispuestos como yo a toda clase de porquerías para asegurar el bienestar de su prole. Quiero hacer rico a mi hijo... ¡y caiga el que caiga!

Abrumaba con sus caricias a su marido, a su suegra, al niño, a sus amigos. Sentía la necesidad de manifestar su dicha en mil ternuras. A veces lloraba sin motivo. Pero eran lágrimas dulces. El pequeño Gómez con sus besos las enjugaba en el borde de sus ojos, como los pajaritos beben el rocío en el cáliz de una flor. Todo es causa de placer para los convalecientes.

Antes que todo, la excusa del amor es amar, pero la profusión venal de las ternuras del señor de Bevallan excluye toda apariencia de arrebato y de pasión. Tales amores no son ni aun faltas, pues no tienen el valor moral de tales, no son sino cálculos y apuestas de chalán embrutecido.