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Actualizado: 14 de junio de 2025
Al fin, descuidado y satisfecho, después de haber sostenido larga y acalorada discusión en el café, se retiraba el redactor en jefe del Faro hacia su casa, cuando inopinadamente le sale al encuentro el irritable teniente, que le dice con su voz chillona: Oiga usted, mocito, ¿quiere usted repetirme ahora las insolencias que ha dicho en el papelucho de don Rosendo? Tendría mucho gusto en ello.
Nada de esto habría. No tendría la mujer jubileos ni novenas, ni oiría sermones, ni adornaría con flores ningún altar, ni engalanaría ninguna cruz de Mayo, ni se complacería tanto en el mes de María.
Enredóse una discusión política que se prolongó bastante tiempo. Repitiéronse hasta la saciedad todos los lugares comunes que á la sazón llenaban las columnas de los periódicos. Si á D. Lino le faltase este cachito de discusión que por su edad y prestigio venía siempre á reducirse á un monólogo conservador, no tendría ganas de cenar al irse á casa.
Sin el brazo que nivela y construye, no tendría paz el que sirve de apoyo a la noble frente que piensa. Sin la conquista de cierto bienestar material es imposible, en las sociedades humanas, el reino del espíritu.
La tropa de aventureros que le había seguido, prestándole omnímoda confianza, sin saber sino confusamente los peligros que tendría que arrostrar y los obstáculos que tendría que vencer, para el buen éxito de la empresa, cuyo fin apenas presumía, se hallaba acuartelada en dos amplios salones del subterráneo y aguardaba impaciente la hora oportuna para la acción que debía empeñarse cumpliendo las órdenes de sus adalides Morsamor y Tiburcio.
Y si esto fuese para hacernos aborrecer el mundo y todas sus pasiones, alborotos, pompas y vanidades, el caso tendría explicación, salvo que yo, en vez de llamar novelas a los libros que así se escribiesen, los llamaría obras ascéticas, materia predicable, homilias o libros de moral severa y adusta, como Los gritos del infierno, los Casos raros de vicios y virtudes, las Agonías del tránsito de la muerte y los Estragos de la lujuria.
Sí, yo, yo he sido le dijo Fortunata desde el rincón donde la tenían acorralada . Mejor cuenta le tendría a usted, so bruja, no ser tapadera de las tunanterías de su niña... Doña Casta, acudiendo a su hija, no se hacía cargo de las flores que la otra le echaba.
Contesté al almirante que tendría presente todas sus recomendaciones de reserva, y que en cuanto á los abusos de los soldados, ya se habían dado las órdenes convenientes sobre el particular, haciendo al almirante igual advertencia con respecto á nuestros soldados. LA COMISIÓN ESPA
Si yo conociese un poder capaz de librarme de mis debilidades y de borrar de mi pecho hasta la traza de un recuerdo, no tendría la fuerza de invocarlo.
Cuando conocí á este empleado, tendría á cuestas sus ochenta años, poco más ó menos: con las mejillas sonrosadas; cuerpo sólido y trabado; levita azul de brillantes botones; paso vigoroso y rápido, y aspecto sano y robusto, parecía, si no joven, por lo menos una nueva creación de la Madre Naturaleza en forma de hombre, con quien ni la edad ni los achaques propios de ella, nada tenían qué hacer.
Palabra del Dia
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