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Actualizado: 16 de julio de 2025
Entonces el barítono, que no echaba nada en saco roto, sin dejar el tema de su pasión incandescente, mezcló en las variaciones del mismo una discretísima narración de los apuros de su vida económica y la de sus compañeros.
Venga usted conmigo continuó el barón , y yo le juro que le haré encontrar diversiones más dignas de usted. No tema usted perder en el cambio; en nuestro mundo se vive bien, y usted lo sabe mejor que nadie. Ya supondrá usted que no he venido aquí para conducirle a su casa; para eso le hubiera enviado a un misionero. ¡Qué diablo! en parte yo también soy de la escuela de usted.
Se despertó en mí la fiebre del raciocinar, y sobre aquel tema controvertía apasionadamente conmigo mismo en el silencio de mis insomnios. Lo que más me aturdía era ver que con unas cuantas varas de tela había variado por completo su carácter.
Según se colige de lo que hablaba la multitud, el asunto del sermón había sido la relación entre la Divinidad y las sociedades humanas, con referencia especial á la Nueva Inglaterra que ellos habían fundado en el desierto; y á medida que se fué acercando al final de su discurso, descendió sobre él un espíritu de profecía, que le obligaba á continuar en su tema como acontecía con los antiguos profetas de Israel, con esta diferencia, sin embargo, que mientras aquellos anunciaban la ruina y desolación de su patria, Dimmesdale predecía un grande y glorioso destino al pueblo allí congregado.
Y nosotros, amigo Pardo, volvemos con esto al tema de la cascada. Y bien, ¿ha quedado V. convencido de la verdad que encierra aquel tema, ó es de los que creen que las filipinas no aman? Creo como V., y en prueba de ello, le ruego que me entregue el autógrafo de la leyenda que nos contó en la cascada.
La partida que ella le había jugado a Maxi era demasiado serrana para que este la olvidara por lo que dicen los libros. Al otro día entró el simpático amigo más alegre y excitado. Su proyecto llegó a dominarle de tal modo, que no sabía pensar en otra cosa, y de la mañana a la noche estaba dando vueltas al tema.
Cuando doña Manolita se vio a solas con su amiga, recordando que la broma de unos supuestos amores con D. Jaime no la había ofendido, no pudo resistir a embromarla de nuevo sobre el mismo tema.
De ese modo se regará muy bien la Mancha. Señores, no olvidarse de que mañana habla Ostolaza y quizás D. José Pablo Valiente. Hay que ir a la tribuna. Yo esperaré en la calle para ver la función de salida. Eh... Antonio, échanos un discurso. Un discurso como el de anoche, y sobre el mismo tema de la democracia.
En las páginas que publicamos por primera vez, se hallan inscriptos los nombres de los principales ciudadanos, que han figurado despues en nuestra escena política; y el cotejo entre sus opiniones de entonces y su conducta posterior, puede ser tema de sérias consideraciones.
Y sin duda, hubiera yo dedicado mayor atención a este tema, si no la hubiese embargado casi por completo aquella voz que parecía salir de las torres de Zenda, visibles todavía en lontananza; aquel grito de amor de una mujer, que llegaba a mis oídos, que penetraba hasta mi corazón y que decía: «¡Rodolfo! ¡Rodolfo! ¡Rodolfo!» ¡Todavía me parecía oírlo!
Palabra del Dia
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