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Sentíase la frialdad de las viejas costumbres y la rigidez de los habitantes de provincia, la ley de la etiqueta, el desahogo, un gran bienestar material y el aburrimiento. El piso alto tenía vistas sobre cierta porción de la ciudad, es decir, humeantes techumbres, los dormitorios del convento vecino y los campanarios; y en aquella parte de la casa estaba la habitación en que fui alojado.

Ni los terrados de las casas abrasados por el sol de Mediodía. Sólo se divisan allá lejos en la escabrosa pendiente. Las rústicas techumbres que albergan a los pobres montañeses. Y la senda tortuosa y prolongada, que serpentea entre las chozas. Donde el viejo mece a su nieto en la cuna hecha de juncos. En fin, cielo sin color, sol sin sombra, valles sin verdor... ¡Y es allí donde está mi corazón!

Maltrana, siempre que veía de lejos este cementerio, destacando en el cielo las techumbres redondas de sus pabellones, las columnatas y la helénica vegetación de sus esbeltos cipreses, pensaba en una acrópolis clásica de aquellas que eran fortaleza, santuario y paseo a un tiempo. La dulce calma, cortada por el rumor del follaje y el piar lento de los pájaros, disipó la inquietud de Feli.

Sobre el suelo de Manhattan parece que va a verse surgir de pronto un colosal Tío Samuel, que llama a los pueblos todos a un inaudito remate, y que el martillo del rematador cae sobre cúpulas y techumbres produciendo un ensordecedor trueno metálico.

El presidente de Castilla recorría los lugares de la provincia, acompañado del verdugo, para despojar a los labradores de sus escasas cosechas. Los recaudadores de tributos, no encontrando qué cobrar en los pueblos, arrancaban las techumbres de las casas, vendiendo las maderas y las tejas.

Precisamente, en un monumento de la importancia de nuestro Alcázar, hallamos numerosos ejemplos de estas libertades constructivas. Las maderas de las techumbres de estas galerías bajas, lo mismo que las de las altas, serían de parihuelos apoyados en un friso ó arrocabe pintado más ó menos ricamente, según el lujo de los dueños y con dorados racimos estalactíticos en los ángulos de los corredores.

Algunos grupos de árboles, algunos setos verdes y las techumbres de varias granjas alteraban la monotonía del paisaje. Los campos estaban cubiertos de rastrojos de la cosecha reciente. Los pajares abullonaban el suelo con sus conos amarillentos, que empezaban á obscurecerse tomando un tono de oro oxidado. En las vallas aleteaban los pájaros sacudiendo el rocío del amanecer.

Rasga el aire un silbido agudísimo. Corre ligero el tren por un largo viaducto de tres filas de arcos desde el cual se ve el río Suize ondular lo mismo que una culebra, por entre los prados. Aparecen en el horizonte siluetas de campanarios, de cúpulas y de techumbres de teja, destacándose sobre el oscuro verdor de los árboles, y el tren detiene poco a poco su marcha.

Caminando lentamente llegó por fin a los límites del bosque y desde lo alto del camino que seguía pudo ya distinguir las casas del pueblo como veladas sus techumbres por una azulada humareda. Poco a poco iban apagándose los rumores de los campos. De vez en cuando pasaban por su lado rudos leñadores que regresaban a su casa y cuyo pesado caminar se iba extinguiendo a lo lejos.

Aquel aspira á la elevacion, estrecha los vanos, aguza las armaduras, acaba por romper el arco para reunir sus apoyos sin disminuir su altura; el oriental por el contrario se dilata á placer sobre la tierra, aplana sus techumbres convirtiéndolas en terrazas, ensancha sus vanos, se corona de cúpulas.