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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Pasando por el paseo de los Ingleses, don Diego había hecho el elogio de una linda villa pintada de color de rosa y rodeada de un jardín de naranjos. Pero Germana se aburría de ver desfilar todo el día una interminable procesión de tísicos. Los condenados que se destierran a Niza tienen miedo los unos de los otros y cada uno de ellos lee su destino en la palidez del vecino.

Más arriba de la ciudad, en una arruga de la montaña, ondeaba la bandera de un castillo moderno: un hotel elegante al que venían a respirar los tísicos septentrionales.

Y al lado de tanta laboriosidad paciente y digna de respeto, ¡qué de charlatanismo! ¡qué de grandes nombres explotados como una muestra de tienda! ¡cuántos sabios metidos á hoteleros de sanatorio!... Un Herr Professor descubría la curación de la tisis, y los tísicos continuaban muriendo como antes.

Este botarate tiene las ilusiones de los tísicos en último grado. Pero ¡quién sabe! se engaña de seguro respecto á mismo, y acierta en lo demás.

Era un chalet que parecía escapado de una caja de juguetes; un edificio construido por contrata, tan bonito como frágil, con sus tejados rojos y escalinatas con jarrones de yeso, situado en el centro de un jardincillo excavado en las rocas, con dos docenas de árboles tísicos que gemían melancólicamente, martirizadas sus raíces por la capa de dura piedra que encontraban a pocos palmos del suelo.

Esta cultura es una civilizacion endeble, flaca, postiza, enferma, que quiere engalanarse para que no se vea lo asqueroso de la enfermedad, como los tísicos proyectan viajes y romerías cuando sienten en la garganta la agonía de la muerte.

Encontró medio de interrogarle delante de siete u ocho personas sobre el punto que la preocupaba. Doctor le dijo , usted que todo lo sabe, ¿quiere decirme si los tísicos pueden curar? El homeópata le respondió galantemente que ella no tendría nunca nada que temer de tal enfermedad. No se trata de repuso . Es que me intereso vivamente por una pobre niña que tiene los pulmones destrozados.

A las doce menos cuarto entraba en el portal, que por lo siniestro y húmedo parecía la puerta de una cárcel. En lo bajo había un establecimiento de burras de leche, con borriquitas pintadas en la muestra, y dentro vivían, sin aire ni luz, las pacíficas nodrizas de tísicos, encanijados y catarrosos.

Tísicos colchones, jergones rellenos de escandalosa hoja de maíz, sillas de esparto, sartenes, calderas, platos, cestas, verdes banquillos de cama, todo se amontonaba sobre el carro, sucio, gastado, miserable, oliendo á hambre, á fuga desesperada, como si la desgracia marchase tras de la familia pisándole los talones.

Habria, pues, ligereza al tratar de comparar estos accesos de fiebre observados en tísicos en el último período, y para los cuales no hay lucha posible.

Palabra del Dia

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