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Los señoritos de la ciudad acudieron en torno suyo como moscas al panal. Pero ni sus rendimientos exagerados ni sus ofertas hicieron mella en el corazón de la joven. Prevenida contra sus halagos por la triste suerte de algunas amigas que habían tenido la flaqueza de darles oídos, los rechazaba siempre con ferocidad. En cambio acogía con agrado los rudos obsequios de los braceros; tuvo entre ellos varios novios, y juraba y perjuraba que le gustaban más que los pisaverdes tísicos que la seguían en el paseo.

El primer síntoma de esta enfermedad era el mal humor: en este primer grado, los enfermos podían curarse como los tísicos, y al efecto siempre que alguno era atacado, se empleaban para volverle a la salud mil clase de fiestas y regocijos, en las cuales tomaba parte toda la familia.

No pareces criminal, la justicia no te prende al menos; verdad es que la justicia no prende sino a los pequeños criminales, a los que roban con ganzúas, o a los que matan con puñal; pero a los que arrebatan el sosiego de una familia seduciendo a la mujer casada o a la hija honesta, a los que roban con los naipes en la mano, a los que matan una existencia con una palabra dicha al oído, con una carta cerrada, a esos ni les llama la sociedad criminales, ni la justicia los prende, porque la víctima no arroja sangre, ni manifiesta herida, sino que agoniza lentamente consumida por el veneno de la pasión que su verdugo le ha propinado. ¡Qué de tísicos han muerto asesinados por una infiel, por un ingrato, por un calumniador!

No es con negaciones como se destruye este hecho adquirido, en nuestro concepto, por la ciencia; no se consigue tampoco oponiendo los casos de fiebre intermitente observados en algunos tísicos; porque seria menester saber en qué grado de la tísis debe obrar el miasma palúdico.

Es un medio muy útil contra el eretismo febril y el estado nervioso de los tísicos, de las personas delicadas con piel seca y que la tos fatiga particularmente. =Dósis.= En semejantes casos el jarabe de ambar gris ó su tintura, tomada por gotas en un terron de azúcar, hasta la cantidad de diez á quince gotas en veinticuatro horas, son dósis convenientes.

Quebrose la clara luna, y las cinceladuras finísimas del marco se abollaron al golpe. Poco tardó, no obstante, en volver a apoderarse de ella la pertinaz ilusión que dulcemente lleva de la mano a los tísicos, vendados los ojos, hasta la puertas de la muerte.

Le doy las gracias de todo corazón; pero me está prohibida la estancia en París. ¿Por el médico? , estoy delicado del pecho. Precisamente la plaza que le ofrezco no es en París. Es fuera de Francia, allá por Turquía, en un país donde los tísicos van a curarse calentándose al sol. Si la casa es buena, eso me gustaría mucho.