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Actualizado: 15 de junio de 2025


La guerra con que sueñan cuatro locos resulta imposibleEl joven Desnoyers reanudó su existencia parisién, viviendo siempre en el estudio y presentándose de tarde en tarde en la casa paterna. Doña Luisa empezó á hablar de un tal Argensola, joven español de gran sabiduría, reconociendo que sus consejos podían ser de mucha utilidad para su hijo.

Y por otro balcón del lado derecho va la Prosperidad, coronada de espigas de oro y vestida de brocado de tres altos , bordado de las cuatro estaciones del año, sembrando talegos sobre muchos mentecatos ricos, que van en literas roncando, que no los han menester y piensan que los sueñan.

A su edad, todas sueñan que va a venir por ellas un conde o un marqués para llevárselas en un carro de oro y que mueran de envidia sus amigas.

No suenan en mi oido las dulces vidalitas Que en medio de la noche modula el tucumano, Ni los sentidos Tristes que repite el riojano, Ni el alegre cielito que el porteño hace oir; Cantares de mi patria, al abrir yo mis ojos Susurrabais suaves á la par de mi cuna, Y vuestro éco inefable en las noches de luna Es música del alma que el alma sabe oir.

La historia de Forondo es una novela ejemplar para aviso de los jóvenes portaliras que sueñan en su rincón provinciano con esa musa trágica de Verlaine, de Manuel Paso y de Alejandro Sawa, estos grandes mártires de la religión de la literatura. Era el amante ideal de la Cari-Harta y demás princesas de la gallofa. Cuando no tuvo perros que vender se dedicó de lleno a la traducción.

No muy lejos del tocador, una silla forrada de reps, sobre la cual descansaban hacinadas varias prendas de vestir, masculinas. Hasta el instante de dar comienzo esta verídica historia, nada más se veía. Esperemos. Suenan por la parte de afuera algunos ruidos matinales que dejan presumir el sitio en que nos hallamos.

Les bastaba sentirse el uno junto al otro, percibir las vibraciones de sus dos vidas con el roce de sus cuerpos puestos en contacto. Teri parecía obsesionada por sus recuerdos y murmuró unas palabras, como si se hablase a ella misma, con una voz monótona y vagorosa, igual a la de los que sueñan: La semana que viene... ¿te acuerdas? La semana que viene hará cuatro años que nos conocimos.

Desde entonces sueñan mis paisanos con que Villaverde llegue a ciudad episcopal. Y lo será; , señores, lo será. Eso, y más, se merecen sus piadosos hijos.

¿No te duermes? volvió a preguntar Ricardo. Ya te he dicho que no quiero dormirme... ¡Me encuentro tan bien despierta!... El que duerme no padece, pero tampoco goza... Sólo es bueno dormir cuando se sueñan cosas lindas, y yo no las sueño casi nunca... Ahora me parece que estoy durmiendo y soñando... ¡Te veo de un modo tan raro!... Estoy viendo el cielo debajo y el mar encima.

Si los brutos sueñan, como parece probable, y lo indican algunas apariencias, no fuera extraño que no distinguiesen entre el sueño y la vigilia del modo que lo hacemos nosotros.

Palabra del Dia

vorsado

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