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Habiamos dado demasiado pasto á la inteligencia, á la imaginacion y al sentimiento; experimentaba irresistiblemente la necesidad de respirar al aire libre, de espaciar la vista por el horizonte, é hice una señal imperativa á mi mujer. Salimos y subimos al coche. A l'hôtel Saint-Antoine, rue Beauregard; al hotel de San Antonio, calle de Buenavista, dije al cochero.

Ahora hacen unos ciminterios de vivos que les yaman barrios pa obreros... y cuando subimos a Madrid... ¡es pa esto! ¡Te debemos la vida! dijo una voz aún entrecortada del terror. ¡Adiós, señora!

El infortunio es lo que tiene en este mundo concordancias más peregrinas, y algo de verdad debe haber en la correspondencia que encuentro entre el luto del traje y el luto de la flor. Subimos á nuestra habitacion y abrimos las maderas de uno de los balcones, como para expiar los movimientos de nuestra misteriosa desconocida.

Cargué la maleta, y en un santiamén Don Alonso, Marcial y yo salimos por la puerta del corral para no ser vistos; nos subimos a la, y esta partió tan a escape como lo permitía la escualidez del rocín que la arrastraba, y la procelosa configuración del camino.

Los españoles, que subimos al Xaurú, esperimentamos en aquel temperamento semejante disenteria, con grande relajacion en el estómago, que no tenia el calor necesario para la digestion. A este accidente se ocurrió con felicidad, tomando antes de comer un poco de mistela: remedio necesario en aquel pais para no perder la salud.

Subimos juntos, el uno al lado del otro, siempre juntas nuestras manos. Al llegar a la antesala del primer piso tuvo como una llamarada de presencia de espíritu. Entre usted aquí me dijo, voy a avisar a mi padre. La vi que llamaba a su padre y encaminarse al cuarto de Julia. Las primeras palabras del señor D'Orsel fueron éstas: Mi querido hijo, tengo mucha pena.

Después, precedidos por una vieja, subimos por una escalera de caracol que llevaba a la torre; había que marchar con cuidado por los escalones húmedos, resbaladizos y rotos, y bajar la cabeza para no tropezar. Al final, la criada abrió una puerta y pasamos los tres a una biblioteca abandonada, en donde había varios colchones de paja tirados en el suelo, y allí dormimos.

Poco después que ellas, subimos nosotros a la galería y dimos algunos paseos contra la voluntad de mi patrón, que a todo trance quería llevarme a casa para que me mudase. Mas yo tenía deseos de permanecer allí para confirmar a las monjas, sobre todo a la jocosa morena, en la salud y vigor de que me había jactado.

Despedímonos de aquellos señores, que apenas nos miraron, y subimos a una de las calesas que partían para el pueblo.

Subimos en silencio, aguardé un instante en la sala, y doña María después de pequeña ausencia apareció trayendo a Inés de la mano, y me dijo: Ahí la tiene usted... Puede usted llevársela, huir de Cádiz... divertirse, , divertirse con ella. Le aseguro a usted que vale poco... Después de la declaración de su madre, yo aseguro que ni la marquesa de Leiva ni yo haremos nada por recobrarla.