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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Efectivamente, poco después, Luschía llamó a Zalacaín y a Bautista. Pasad les dijo. Subieron por la escalera de madera hasta el desván y llamaron en una puerta. ¿Se puede? preguntó Luschía. Adelante. Zalacaín, a pesar de ser templado, sintió un ligero estremecimiento en todo el cuerpo, pero se irguió y entró sonriente en el cuarto. Bautista llevaba el ánimo de protestar.
La marquesa pensó entonces en ver al enfermo; mas antes, temerosa de que su presencia repentina pudiera causarle alguna emoción violenta, pidió al fondista que fuese a anunciarle poco a poco su llegada. Subieron ambos hasta la misma puerta que se abría a un corredor, y el fondista asomó tímidamente la cabeza.
9 Y dijo también a unos que confiaban en sí como justos, y menospreciaban a los otros, esta parábola: 10 Dos hombres subieron al Templo a orar: el uno fariseo, el otro publicano. 11 El fariseo, en pie, oraba consigo de esta manera: Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
Que entre el que llama». Yo bajé a abrir la puerta, y se colaron tres señores de cara de perro con bastones de porra. Subieron, y al entrar en la sala, se dejaron a un lado las porras y todo fue cortesía limpia y vengan esos cinco.
Y si algunos subieron a ser emperadores por el valor de su brazo, a fe que les costó buen porqué de su sangre y de su sudor; y que si a los que a tal grado subieron les faltaran encantadores y sabios que los ayudaran, que ellos quedaran bien defraudados de sus deseos y bien engañados de sus esperanzas.
Hízose así, subieron a caballo, y siguieron todos tres el derecho camino de la venta, a la cual llegaron un poco antes de anochecer. Dijo el primo a don Quijote que llegasen a ella a beber un trago.
No había ningún coche vacío, pero en uno estaba solamente una persona, y a él subieron. Partió el tren al instante. El viajero les miró distraídamente, con poca curiosidad, figurándose tal vez que eran hermanos. Sin embargo, al cabo de unos momentos la joven pidió a su confesor que le bajase la maleta de la rejilla para sacar un pañuelo.
Los alaridos de la niña subieron hasta el piso segundo. La esposa del maestrante estaba frente al espejo, arreglándose provisionalmente el pelo. Se detuvo. Un estremecimiento singular corrió por su carne, cierta emoción indefinible y vaga, semejante a un cosquilleo, que no podría decir con seguridad si era de placer o de dolor.
Ya están los coches gritó la Marquesa desde lejos; y corrieron todos al patio. La Marquesa, doña Petronila, la Regenta y Ripamilán subieron a la carretela descubierta; carruaje de lujo que había sido excelente pero que estaba anticuado y torpe de movimientos. El tronco de caballos negros era digno del rey.
Subieron á galope tendido por la carretera de Castilla hasta el paraje en que se bifurca con la de Langreo. Entonces volvieron por primera vez la cabeza atrás. La noche era oscura y caliente.
Palabra del Dia
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